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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR está aquí: me mira con sus ojos divinos, me habla con palabras de vida eterna. Sé de quién me he fiado. Me manda volar, pero El me pone el avión y el piloto. No temo a las tempestades, ni a los acciden– tes, ni a las cañadas oscuras, porque el Señor es mi Pastor y está conmigo. Es la gran seguridad de la fe. En mi embarcación va Cristo como timonel. Cuando restalla el viento, rugen las olas y se en– crespa el mar, Cristo va conmigo. Está donnido «aparentemen– te». Cuando grito porque hay peligro de naufragar y perecer, Cristo me echa en cara la falta de fe: « Hombres de poca ¿por qué habéis dudado?» Es la «prueba» del silencio de Dios. Es la prueba que ha de robustecer nuestra fe. En nuestra historia personal, los problemas son con frecuencia graves e in– solubles. Y en seguida nos impacientamos, nos volvemos vehe– mentes y queremos que venga El y nos lo explique todo a corto plazo. Dios vela, Cristo siempre vela y siempre tiene razón. La fe nos enseñará a descubrir las razones de Dios. La historia del mundo en que vivimos es especialmente des– concertante. Hay acontecimientos que nos sobrepasan. Como el personaje de Dostoyevskí, aceptamos con sinceridad a Dios, pero sentimos una especie de resistencia a aceptar «su mundo». Es fácil caer en la tentación de pesimismo cuando contemplamos de frente el panorama nacional o internacional: el problema del mal moral, como una inmensa inundación destructora; la violencia de manos ensangrentadas; los niños que mueren de hambre, cuando se derrocha tanto dinero en gozar y en arma– mentos. Estamos viviendo horas especialmente trágicas en la humanidad. ¿Qué hacer? Fortalecer nuestra fe. Las razones de Dios son misteriosas, pero Dios vela, Dios siempre vela. La victoria con– tra el mundo es nuestra fe en Dios. FE y VIDA El divorcio entre la religión y la vida es un grave «antitesti– monio». Dice el Concilio, en expresión bellísima, que los laicos - 137 -
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