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P. CALASANZ El Concilio lamenta que la dignidad de esta institución está en «nublada», «profanada» y «perturbada». Nublada por la poligamia, por la lacra del divorcio, por el llamado amor libre y otras deformaciones análogas. Profanada por el egoísmo, el hedonismo y las prácticas ilícitas contra la generación. Perturbada por las actuales condiciones económicas, so– ciales, psíquicas y civiles... (ibid., 47.2). VII. UNCIÓN DE LOS ENFERMOS ¿Preparados? La nueva disciplina intenta renovar el sentido cristiano de eternidad que inaugura la vida nueva en Cristo. La vejez, la enfem1edad, son «llamadas» desde lo eterno, que es el destino final del hombre peregrino. Con el nombre nuevo se quiere in– dicar que la Unción es un Sacramento que ha de recibirse res– ponsable y activamente, con plenas facultades. No a última hora, con prisas, para salvar las apariencias ante la sociedad. La Santa Unción puede recibirse y administrarse ahora a quienes por su edad o por alguna enfermedad relativamente gra– ve quieren recibir con serenidad y lucidez la misericordia y el perdón de Cristo. Es conveniente recibir el Sacramento antes de la agonía. Y es necesario recibirlo en vida, con plena lucidez, para que produzca todos sus frutos. De este modo desaparecen las actitudes de miedo y los prejuicios «paganos» de los parien– tes, que no quieren «impresionar» al enfermo. En cualquier caso, hay que convencer a los enfermos y familiares de que el sacerdote es un ministro de la reconciliación con Dios, no un funcionario de la funeraria y menos un sepulturero ... Es un dato de experiencia. Los terrores de los familiares son infundados: el sacerdote no «impresiona» desfavorablemen– te. Al contrario, el enfermo se siente aliviado con su presencia. Y en estos momentos realmente impresionantes, su presencia serena y sosiega en vez de turbar y atemorizar. Cristo acompaña - 132 -

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