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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR VI. MATRIMONIO Los cambios «profundos» que han transformado a la socie– dad y que constituyen los «signos de los tiempos» en nuestro momento histórico tienen una incidencia particular sobre el matrimonio y la familia. El futuro del mundo y de la Iglesia depende, en gran parte, de la concepción del universo en este punto concreto. Estamos sintiendo en el ambiente y en la propia carne una tremenda «crisis de identidad». De aquí la importan– cia de responder correctamente a unas cuantas cuestiones deci– sivas: ¿Qué son el matrimonio y la familia? ¿Cuáles son sus fines? ¿De qué medios disponemos para conseguirlos? ¿Cómo darles un sentido humano y cristiano? Partimos de una afirmación de base: Es Dios quien instituye el matrimonio; quien fija su identidad, sus estatutos y sus fines; quien decide cómo ha de vivirse. La comunidad de vida y del amor conyugal se inaugura con el contrato conyugal, es decir, con el consentimiento personal «irrevocable». La aceptación mutua establece una institución estable, una forma de vida en común permanente, incluso ante la sociedad. El matrimonio es, por ordenación divina, un compromiso «irrevocable», un vínculo «indisoluble» por ley natural. Este contrato natural ha sido elevado por Cristo a la catego– ría de Sacramento: camino de perfección y santidad. El amor de los esposos es un «gran misterio», puesto que significa el Amor de Cristo a su Iglesia. Es un amor «sagrado», en la órbi– ta del Amor de Cristo, que redime y salva e impregna todo el ámbito familiar de fe, esperanza y caridad. El matrimonio es una comunidad de vida basada en el amor de los esposos, que «se realizan» cumpliendo sus deberes de estado. El Concilio recalca expresamente los «bienes y fines»: « La institución matrimonial y el amor conyugal están ordenados, por su índole y naturaleza propia, a la pro– creación y educación de la prole, que constituyen su cumbre y su corona ... » (Gaudium et Spes, 48,1). - 131 -

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