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P. CALASANZ pasa la Copa para que bebamos su Sangre, que se derrama so– bre todos para lavar los pecados y para salvación de los pe– cadores. La Eucaristía es el Pan compartido que crea ambiente fami– liar y lazos de unidad y fraternidad. La sobremesa es tiempo de conversar largamente con de enterarse de sus proyec– tos, de planificar conjuntamente la vida personal, los compro– misos adquiridos, la misión y el testimonio de vida. Es también la «renovación» del Sacrificio de la Cmz. Comulgar es comer a la Mesa con Cristo y estar conmovido ante la Cruz, donde Cristo muere para redimirnos. El y la Sangre de Cristo son comida y bebida sa- no un banquete horizontal, sino «sacro». La Euca– ristía es Sacrificio en un sentido estricto, en todas las dimen– siones de la Redención: latréutico, eucarístico, satisfactorio, impetratorio. En este sentido profundo, fundamental en la visión bíblica -particularmente en San Pablo-, en la patrística y en la tradición de la Jglesia, la Eucaristía es la cumbre de la exis– tencia cristiana de la verdadera renovación que intentaba el Concilio. v. ORDEN La promesa de Cristo de «estar con vosotros hasta el fin del mundo» se realiza y cumple en el sacerdocio de un modo eminente. Los sacerdotes son los ministros de Dios, ungidos y enviados para prolongar la misión de Cristo en todas sus fun– ciones: «Id, predicad, bautizad.. En realidad, es Cristo quien predica, bautiza, perdona... El sacerdote es un ministro, un servidor, un embajador del que se sirve Cristo como «instru– mento»: presta la voz, las manos, los gestos, a Cristo. (La dinámica del sacerdocio en su identidad ontológica y existencial merece un capítulo aparte dentro de estos es– quemas,) - 130-

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