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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR fueran mérito personal, es una especie de apropiación indebida que provoca el rechazo de Dios. El hombre sin Dios no «es» nada. No sirve para nada. Los apóstoles han estado toda la noche trabajando de duro en el mar. Toda la noche echando la red y no han capturado un solo pez. Son expertos en las labores del mar. Conocen palmo a palmo los bancos de pesca. No han cogido nada. Pero cuando echan la red en nombre de Cristo, las redes se llenan hasta reventar. LA VID Y LOS SARMIENTOS En la alegoría de Jesús cobra especial relieve el aspecto «comunitario» de la vida cristiana. Se ha dicho: «Nos salvamos o nos condenamos en racimo». Somos miembros vivientes del Cuerpo de Cristo por la gracia. Esta pertenencia al mismo orga– nismo espiritual exige solidaridad y colaboración. Cada miem– bro tiene unas funciones propias en sintonía con el todo. Si un miembro del cuerpo sufre, el dolor afecta al organismo en su totalidad. Pensar en los demás, vivir para los demás, va en la misma conciencia del cristiano. La desintegración es dolorosa y estéril. Somos dentro del Cuerpo Místico de Cristo «miembros de miembro». Somos sarmientos que reciben la savia y la comunican a las demás ramas. Si mi sarmiento está desgajado del tronco no sólo queda infecundo él por falta de riego, sino que imposibilita la transfusión de la savia vital a las ramas que brotan de él y de él dependen. Son los «condicionamientos» providenciales de la gracia. Mientras Moisés ora con los brazos en cruz, cada batalla del Pueblo escogido es una victoria. Cuando baja los brazos rendido por la fatiga, cada batalla es una derrota. El obispo asegura a Mónica, que vive desolada por la suerte espiritual de su hijo Agustín: «No puede perderse el hijo de tantas lágrimas». Es un pensamiento sobrecogedor: puede per– derse el hijo cuando no se ha llorado lo suficiente. - 121 -
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