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P. CALASANZ orden, el hombre es incapaz de concebir un pensamiento bueno. La gracia nos capacita para vivir la vida divina en un proceso dinámico de realización personal. Por la gracia de Dios -y ex– clusivamente con su ayuda- podemos llegar a la justificación y a la santidad. Cristo nos mete por los ojos la total esterilidad de la vida cuando el hombre vive al margen de su actuación en la hermosa alegoría de la vid y los sarmientos: - La unión con Cristo es condición necesaria para dar fruto. - El sarmiento desgajado de la vid queda condenado a la esterilidad. - El sarmiento seco no sirve más que para el fuego. Las podas del agricultor se ordenan a cortar los brotes viciosos para que el fruto sea más sazonado y de más calidad. El cristiano desgajado de Cristo por la pecaminosidad en to– das sus formas alienantes es un sarmiento estéril que no parti– cipa de la savia de la gracia. Es un miembro muerto dentro del organismo espiritual del Cuerpo Místico de Cristo. Y en esta situación peligrosa -desde el punto de vista del creyente, de– mencial- no hay posibilidad de dar frutos de vida. Por el contrario, quien permanece unido a Cristo por la gracia da frutos permanentes de conversión, de justicia y san– tidad. Y mientras más íntima y profunda sea esta unión, más abundantes serán los frutos de santidad y gracia, no sólo en el aspecto personal, sino en la proyección hacia los demás. La amis– tad profunda con Cristo es la base de la santidad personal y el alma de todo apostolado. El orgullo, la autosuficiencia, el engreimiento, son formas bastardas del pecado capital de la soberbia, que aleja de Dios y dejan al hombre en la vía muerta de la esterilidad espiritual. Todo cuanto hay de bueno en el hombre es don de Dios, obra de Dios. Los dones de Dios no son para el propio engreimiento, sino para responsabilizarse más. Vanagloriarse de ellos, como si - 120 -

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