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CRISTO, PROTAGONISTA DE LA MISION POPULAR Sintoniza con Dios: ve el mundo con los ojos de Dios, superando las limitaciones nativas de sus sentidos y po– tencias. Esta sintonía lo hace conforme al corazón de Dios. Nace a una vida nueva que no tiene su origen en la carne o en la sangre, sino en la voluntad de Dios. Este renaci– miento espiritual se realíza mediante la integración en el destino de Cristo en su encarnación, muerte y resu– rrección. - Se convierte en «hijo de Dios» por la participación en su misma naturaleza divina. La filiación divina transforma al hombre en «hermano de Cristo», por ser hijos del mis– mo Padre celestial. La famila de Jesús prolonga la existencia cristiana, el «hoy de Cristo», hasta el fin de los tiempos. HIJOS DE DIOS, «DE VERDAD» Las metáforas vibrantes de la Biblia van siempre en esta dirección. Hay un cambio esencial en el trasfondo del hombre: los hijos de la ira se convierten en destinatarios de la clemencia y de la bondad de Dios. De la situación tenebrosa se pasa a la envoltura en la luz. De la hostilidad y del alejamiento a la alian– za y al disfrute de las promesas. De la obstinación y la dureza a las lágrimas del arrepentimiento y al gozo de la reconciliación. Del temor, que aísla y avergüenza, al Amor, que estimula y es– pon,ia el alma. De la culpa a la rehabilitación. Cristo nos reconcilia con el Padre no por una justificación puramente externa o legal -de no imputación del pecado-, sino por la renovación interior, que transforma al hombre en lo más profundo de su ser. Por la gracia, el hombre pecador se transforma interiormente en un santo, hijo de Dios, hermano de Cristo, heredero con Cristo de la gloria en la vida eterna. Cristo nos revela al Padre. Y esta revelación cambia el des– tino de la humanidad. La experiencia de Dios Padre sitúa al hombre redimido en un plano de amistad, de alegría contagiosa, de entusiasmo y apasionamiento. Esta experiencia vital cambia - 117 -
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