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P. CALASANZ esperanza. La cosa más bella del mundo es el grande e inmenso– infinito Amor de Jesús, del que no podrá separarnos ni la an– gustia, ni la tribulación, ni la persecución, ni la espada, ni la muerte. «SI CONOCIERAS EL DON DE Dios» La gracia es un «don» de Dios. La iniciativa parte siempre de Dios, «rico en misericordia». Dios sale al encuentro del pecador para hacerle sentir una sed profunda y para saciar esta sed con el agua que brota como un manantial hasta la vida eterna. Cuando Dios nos pide algo es para dar más abundantemente. Pide con humildad para derro– char generosidad. Por el agua del pozo que sacia de momento la sed física, regala el agua viva de la vida eterna. La gracia es un «don» que nos ha merecido Cristo Jesús, nuestro intercesor ante el Padre. Cristo nos invita a «conocer» y a valorar el don de Dios y a pedirlo con humilde confianza. Es gratis. La gracia es un don «sobrenatural». Rebasa las fuerzas naturales del hombre. El hombre, dejado a sus fuerzas naturales, sin la ayuda de la gracia, no puede· ha– cer «nada». No es una metáfora para indicar su impotencia y su desvalimiento. Es la comprobación de su nulidad ontológica y de su radical condición de criatura frá¡,,il e incomistente. El hom– bre, con sus solas fuerzas, carece de capacidad para disponerse «positivamente» a recibir la gracia de Dios. El contraste es inmenso. Las fuerzas del hombre son de otro orden y se rigen por otro sistema. Los sentidos captan únicamen– te el mundo de lo sensible. El entendimiento humano con sus fuerzas cognoscitivas puede descubrir las verdades naturales. La voluntad ama naturalmente el bien y la belleza, pero queda pa– ralizada en las fronteras de Jo sobrenah1ral. Para sentir las vibra– ciones del mundo sobrenatural hay que «sintonizar» en la onda de Dios, movilizando los mandos de la gracia. Y para esto es imprescindible la gracia de Dios. Por la gracia, el hombre: 116 -
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