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P. CALASANZ como persona, vocación y destino, sm contradicciones ni ambigüedades Puebla). De proclamar los derechos humemos en cuya base están el respeto a la Ley divina y el reconocimiento de los derechos de Dios. Cuando el hombre se «endiosa» y mar– gina o niega a Dios, convirtiéndose en árbitro supremo del bien y del mal, los derechos humanos se convierten en papel mojado. Por este camino, la dignidad de la persona humana, en vez de salvarse, corre más bien a su perdición» (Gauclium et Spes, 41 (Véase la historia trágica de nuestro tiempo y el diagnóstico de Papa en su encíclica Redemptor Ho– minis. Recuérdese lo que dijimos sobre la situación del hombre en Cristo nos descubre el sentido de la vida.) De salir al encuentro del hombre y ele evangelizarlo pre– sentando la verdad evangélica y todo el programa de vida cristiana: Cristo Jesús, Dios y hombre, Redentor del hombre, la Eucaristía, la Iglesia, los Sacramentos, la Virgen María. Juan Pablo II se ha vuelto viajero y peregrino de la paz por exigencias de su oficio pastoral. CON OJOS DE AMOR Para una comprensión ancha y larga, intensa y extensa, pro– funda y creadora, de la Iglesia hay que mirarla «con ojos de Amor». Con el corazón vibrando es hermoso proclamar la fe en la Iglesia: una, santa, católica y apostólica. Con el Amor, la plegaria por la unidad y por la unión de los cristianos se hace más persistente y esperanzada: nos duele que tarde tanto la fiesta ecuménica de la unión de todos los hermanos, pero reza– mos y esperamos. Queremos más santos en la Iglesia y nos esforzamos por «purificarnos» y ser santos para presentar una «imagen» hermosa y fascinante de nuestra Madre. La Iglesia - 112 -

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