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P. CALASANZ Esta manifestación integral ha de ser dolorosa, religiosa y cristiana, en orden a recibir el perdón. Porque puede haber confesiones «laicas», sin referencia al Sacramento, en las que el hombre lo confiesa todo, en un alarde de brutal sinceridad, pero sin arrepentimiento y sin Amor. Como final de la Confesión, el sacerdote absuelve y da ánimos: « Vete en paz. Vete y no peques más ... » CRISTO PROMULGA EL «MANDAMIENTO NUEVO» Abre puertas y ventanas para que tu «yo» no quede encerra– do en las mazmorras del egoísmo. Que penetre el aire fresco del «tú» para que sientas que existe el prójimo con sus grande– zas y con sus fallos, con sus problemas y con sus sentimientos. Es la cuestión de base de tu existencia y de tu identidad como cristiano: - En esto conocerán que sois discípulos míos: en que os amáis unos a otros. En esto se resumen la Ley y los Profetas. El que odia a su hermano es un «homicida». A la caída de la tarde nos examinarán sobre el Amor. (Fr. Juan de los Angeles) EL AMOR: VÉRTICE Y PLENITUD El Mandamiento «principal» de la Ley es el Amor a Dios, total, absorbente, radicalizado: «con toda la mente, con toda la energía, con todo el corazón». El segundo, en íntima conexión con el Amor a Dios, está el Amor al prójimo, cuya medida es el propio «yo». Hay que amar al prójimo con la desmesura, la energía y el apasionamiento con que te amas a ti mismo. El -94-

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