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Inscripción de Santa María de Iguacel Excusamos por el momento cualquier comentario histórico en torno a la iglesia románica de Santa María de Iguacel, que comúnmente suele in- cluirse en el ciclo estilístico de la catedral de Jaca. Julio Caro Baroja le dedicó el suyo en PRINCIPE DE VIANA, nú- mero 128-129 (1972), págs. 265-274. Propósito importante, si no princi- pal, del ilustre etnógrafo y filólogo parece fue una lectura correcta de la inscripción labrada, en doble línea paralela, sobre nueve sillares de la fa- chada de dicha iglesia. Ha tenido Caro Baroja el acierto de llamar la atención sobre un error que, por esa inercia hija de la buena fe y de la comodidad, se venía copiando del estudio de Kingsley Porter. En su artículo dedicado a la iglesia de Iguacel había transcrito el insigne historiador del Románico español la pa- labra fideles, cuando en sus más limpios caracteres puede leerse OVEES. Mérito de C. Baroja fue reparar, a vista de las espléndidas fotografías de J. E. Uranga, en la equivocación cometida por el renombrado arqueólogo, que se fió más de un manuscrito del siglo XVIII, hallado en la Nacional de Madrid, que del testimonio directo que tuvo ante sus ojos. Y fideles co- piaron Ricardo del Arco y Durán Gudiol. Lo extraño es que, quien sorprendió un error que dejaba indemne el sentido de la frase, incurriera en otros que, al quebrar el primer sintagma y truncar el último, lo tornaban, por lo menos, vacilante. Caro Baroja interpreta en tal guisa la citada inscripción: 405 [1]

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