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ciedad y cantidad de piojos que ban con gesto de valientes; los tenían. más temerosos y desconfiados. Visitamos en aquellos días varias Todos nos saludaban con una sola haciendas que había en aquella palabra: i «Capuchina»! zona, donde nos informaron de varios asuntos que nos interesa– ban. El señor Tirso Vargas nos prestó dos caballos para que no regresáramos a pie. Una de las tardes subimos a la ranchería de los indios Pariríes. Pero ¡qué caminos, Dios santo ... ! ¡Y qué cerros y qué barrizales ... ! Tuvimos que pasar dos veces el río Yasa con el agua hasta el cuello. Después de dos horas escalando sierra, llegamos a unos ranchos miserables. Había muy pocos in– dios. Pero comenzaron a gritar y poco después se reunieron como unos cincuenta. Unos pocos llega- ABRASADOS POR LAS GARRAPATAS Y LOS MOSQUITOS Habíamos subido para enterar– nos de la posible intervención de estos indios en el crimen antes re– ferido. Raúl, su capitán, estaba herido en un brazo. Pero absoluta– mente nada pudimos sacarles re– ferente al asesinato. Como ya se nos hacía de noche, les mandamos que bajasen al día siguiente a la hacienda donde está– bamos hospedados ... El último día de esta explora– ción, era el 13 de octubre de 1945, de regreso a Machiques tuvimos que pasar tres veces el río Yasa con el agua a la cintura. Poco después de medio día llegábamos, sanos y salvos, a nuestra casa central de Machiques. Por esta vez los indios no tuvieron flechas para nosotros. En cambio veníamos heridos y atormentados por las garrapatas y mosquitos que nos habían abra– sado con sus desesperantes pica– das. Esta fue la· primera exploración que yo hice por la sierra de Perijá, donde habíamos de fundar el cen– tro misional de Los Angeles del Tukuko. (FR. PRIMITIVO DE NOGAREJAS .) Pobreza y miseria de un rancho Yucpa. Ranchería Yucpa de la sierra de Perijá. . . - 95
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