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Primitivos indios Yucpa. H.anchería Yucpa, en la cumbre de la montaña. PRIMERA EXPLORACION AL TUKUKO Aquel día -2 de octubre de 1945- salimos para el río Tukuko en compañía de unos diez indios. lbamos en ayunas, pues el P. Ce– sáreo de Armellada recordó que ese día era la fiesta de los Santos Angeles, y como la Misión que por allí habíamos de fundar quería Mons. Turrado que se llamara «LOS SANTOS ANGELES DEL TUKUKO», debíamos hacer un poco de penitencia y llegar a la orilla d~l río para celebrar la santa Misa. Y a la orilla del río llegamos cerca del medio día, tan fatigados y agotados que nos desfallecíamos. Nos reanimamos con un buen baño en las frescas aguas del Tukuko, y comenzamos a armar un altar con cuatro palitroques. El P. Ce– sáreo celebró la santa Misa, yo comulgué y los indios la oyeron a chos, y nos quedamos solamente acompañados de dos muchachos. EL CADAVER DE UN CRIMEN En aquella orilla pasamos varios días, pensando qué hacer, por dónde comenzar, qué rumbo se– guir... Luego nos dimos cuenta de que los indios no querían ir a parte alguna. El invierno -las lluvias- esta– ba muy fuerte. Todos los indios de aquella zona del río se habían huido sierra arriba, a lo más alto de las montañas, pues el mes ante– rior habían caído sobre ellos unos cuantos criollos y otros indios del río Yasa y habían matado a uno de esta ranchería. El cadáver de este indio lo encontramos nosotros cerca del lugar donde habíamos pies ... , como si qms1era todavía el esqueleto huir de los que le ma– taron. Cuando preguntábamos a los muchachos indios que nos acom– pañaban dónde había camino, su contestación era siempre la misma: • i «OJO uane» = yo no conozco. ESCALANDO SIERRA El P. Cesáreo aprovechaba el tiempo tomando notas y apuntan– do palabras de su idioma. Yo ha– cía la comida, y en los ratos libres me dediqué a «esquilar» las negras y tupidas cabelleras de los indios, y a limpiar con alcohol sus cabe– zas que las tenían llenas de «gana– ditos» ... Es suficiente decir que yo vestía hábito blanco, y cuando su manera. Después la mayor parte acampado. El cadáver estaba co- terminé de «esquilarles » mi hábito de los indios regresaron a sus ran- mido por los zamuros, menos los era por delante marrón de la su- 94
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