BCCCAP00000000000000000000320
Padre Ea/tasar de Mata/lana en ex– cursión por las selvas del Caroní. otro viaje, él había encontrado agua, naranjas y otras frutas ... Nos pusimos a andar como deses– perados, tratando de encontrar ese lugar, pues la sed nos mataba. Eran ya las ocho de la noche y ni aparecía La Fe ni teníamos espe– ranza de encontrarla. Extenuados de sed y de cansan– cio, cayéndonos a cada paso por la oscuridad de la noche y los obs– táculos del camino, nos echamos en la mitad del camino y nos en– tregamos a las manos de nuestro Señor, para que El remediara nues– tra necesidad o dispusiera de nues– tras vidas. ¡NI AGUA PARA CELEBRAR MISA! En la mañana del sábado tam– poco pudimos celebrar Misa por 92 falta absoluta de agua, y porque no podíamos mantenernos en pie por la debilidad total de nuestro organismo. A paso más que lento, con la cruz de nuestros guayares a la es– palda, hasta que al fin llegamos a la tan deseada finca de La Fe. Allí hallamos los ranchos de sus antiguos dueños y muchos árboles frutales ... , pero todos secos. ¡Ni una fruta, ni una gota de agua, ni un alma a quien pedir socorro ... ! El sol no había acabado de eva– porar el rocío que, en la noche, se había depositado en las hojas de las plantas de la selva. Cada uno fue recogiendo las que tenía a su alcance y lamiendo esas gotas de las hojas para refrescar un tanto nuestras fauces resecas. Fuera en– gaño o realidad, lo cierto es que con esas gotas nos sentimos algo aliviados. Monseñor y el P. Maximino fue– ron a ver el sitio donde éste había encontrado agua hacía unos meses. Al verlo seco hicieron un hoyo en el suelo con el machete, esperando que manara algo ... Pero todo inú– til, no manó ni una gota. Rebuscando en el platanal, en– contramos unos racimos que no estaban ni a medio madurar de unos plátanos llamados «topo– chos». Nos pegamos a ellos como sanguijuelas buscando algo fresco. Los muchachos indígenas los asa– ron, nosotros los preferimos cru– dos, porque nos aliviaban más la sed. LA ULTIMA TENTATIVA PIDIENDO AUXILIO Viendo Monseñor que las cosas iban tan mal y que amenazaban con ponernos en situación humana– mente desesperada, dijo que él se iba, con los muchachos mayores, andando a El Dorado -distante unos cuarenta y cuatro kilóme– tros- en busca de alguna ayuda .. Nos opusimos terminantemente, diciéndole que si decidía eso, nos– otros nos íbamos con él. No que– ríamos dejarlo solo, por lo que pu– diera ocurrir, aunque él estaba algo más animado que nosotros. Y así sucedió. A media mañana le entró a Monseñor un estado de postración que era incapaz de man– tenerse en pie. Si lo dejamos ir, hubiera quedado exhausto en el camino. De común acuerdo resolvimos fueran los dos muchachos, Rafael y Lucio, que eran los más valien– tes, aunque desconocían entera– mente aquella zona. Los encomen– damos especialmente al Señor para que los guiara. Monseñor les entre– gó una carta para el Prefecto de El Dorado, en la que le suplicaba nos enviara con toda urgencia dos caballerías, agua, y algunas provi– siones. Los muchachos no llevaban más carga que sus chinchorros, y por toda provisión lo único que teníamos: un trozo de carne salada y algunos «topochos» crudos. Salieron aquel sábado a las nue– ve de la mañana y llegaron a El Dorado a las seis de la tarde. ¡Nue– ve horas caminando por aquella selva y cuarenta y cuatro kilóme– tros recorridos a pie... ! Pensando Monseñor que esta ayuda pedida con urgencia, tarda– ría en llegarnos de día y medio a dos días, creyó conveniente enviar a los otros dos muchachos, César y Aviano, con dos botellas que hallamos en el monte y un pequeño depósito de plástico en busca de . agua a la laguna verdosa de los gusanos de la que hablamos ante– riormente. Ya entrada la noche, estaban de regreso. Tomamos un poco de agua y con el resto pre– paramos algo de leche ... A la mañana del día siguiente, domingo, volvieron los muchachos por más agua. Al regreso se en– contraron con dos tigres que les salieron debajo de un puente. Po– co más adelante vieron dos leones
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz