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MISION DE GUAYO «El estado de absoluta ruina y abandono en que se encuentran los indios, causa impresión desoladora, y espontáneamente se subleva el alma contra aquellos desalmados ranche– ros, que consideran al indio en un plano inferior al animal.» (Crónica de la exploración en 1940.) EXPLORACION POR LOS BRAZOS DEL ORINOCO Al cerrar el Centro Misional de Amacuro en febrero de 1940, comen– zaron los Misioneros a realizar explo– raciones para una nueva fundación. Mons. Gómez Villa, Vicario Apostó– lico, el P. Basilio de Barral y el Padre Isaac de Mondreganes, navegaron in– numerables brazos del Orinoco en busca del lugar más apropiado . Can– tidad de ríos e islas fueron visitadas hasta decidir comenzar una nueva reducción en la ranchería de Kuamu– jo. Queda encargado de poner las ba– ses de esta fundación el P. Basilio de Barral. LOS INDIOS COMO ESCLAVOS La triste realidad con que se encon– tró el Misionero en las rancherías de Murako y de Kuamujo, igual que en las restantes de la zona, era la de que estos indios, desde tiempo inmemo– rial, estaban explotados por los abu– sos de los rancheros sin conciencia ni humanidad, los que hacían trabajar a los indios como esclavos. Vivían habitualmente desnudos, no les paga– ban los jornales, y a pesar del _traba– jo duro e ininterrumpido a que los sometían, nada percibían los indios para remediar sus necesidades más perentorias. Llevaban una vida de verdadera e indignante esclavitud. El P. Basilio, joven y emprendedor, pronto se dio cuenta de aquella si- ..• . . ~ t.. . , e .f,• \;:' .. .. r -•. Indios de la ranchería de Merejina. Mons. Gómez Villa y el P. Basilio en la rancheria de Guayo. tuac1on que claP1aba al cielo y a la tierra. Concibió la idea, con arrestos y valentía, de fundar un gran pueblo, reuniendo en una ranchería los habi– tantes de Kuamujo y de Murako, que entonces eran como unos doscientos indios. Y con este fin comenzó la construcción de una escuela capaz para cien niños. Para resolver el problema econó– mico, fomentó la agricultura corno base imprescindible. Se iniciaron las talas de selva y comienzan las siem– bras colectivas de arroz, al mismo tiempo que se fomentan las siembras particulares para beneficio de las res– pectivas familias. EL DRAMA QUE PUDO SER TRAGEDIA. PERSECUCIONES Y CALUMNIAS Y aquí comenzó el drama del Mi– sionero. Los indios, inconstantes y reacios a todo esfuerzo civilizador y enemigos de todo lo que suponga trabajo, abandonaron al Misionero y se volvieron con su antiguo explota– dor ranchero que les había explotado durante más de diez años. En ellos se cumplía el dicho ancestral: «Huye el indio del trabajo, busca la comodidad. Donde le pegan, se queda, donde le pagan, se va.» 83

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