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Otra vista del Centro Misional. PROMESAS DEL GOBIERNO QUE QUEDARON SOLO EN EL PAPEL Los Misioneros, a pesar de todo, se– guían esperanzados con ilusión y esfuer– zo en sus trabajos. Idearon nuevos planes para fomentar el agrupamiento de los indígenas en torno a la Misión, el Go– bierno les prometió ayuda económica para favorecer a las familias que se es– tablecieran al amparo de la Misión, y se consiguió la libre entrada de mercancías necesarias desde la Guayana Inglesa. Para dar facilidades económicas a los indígenas, se creó un Sindicato y se cons– truyó un centro común para almacena– miento del producto de sus cosechas. Se instala una planta eléctrica, una máquina peladora de maíz, una molturadora de caña de azúcar y un sistema de bombas para subir el agua al cerro donde está si– tuada la Misión. Para algunos de estos planes obtuvieron el apoyo «in scriptis» del Gobernador de la zona; pero todo quedó en el papel. Lo que en la difícil realidad se consiguió fue a base del esfuerzo personal y a costa de los ingentes sacrificios de los Misio– neros. ¿UN NUEVO AMANECER... ? NUEVAS TORMENTAS El año 1932 regresa el P. Benigno de Fresnellino, ya repuesto de su enferme– dad, y con él trae la mejor colaboración de personal para la Misión: LAS RE– LIGIOSAS MISIONERAS TERCIARIAS CAPUCHINAS DE LA SAGRADA FA– MILIA. Son ellas las Madres GLORIA DE 'pAMPLONA, GENEROSA DE AL– MOINES, LEONOR DE CASASIMA– RRO, INOCENCIA DE ARAZURI y MARCELINA DE AZCONA. Con ellas se inicia una nueva época para la Misión con el establecimiento de los Internados. Esta había sido la gran 80 Los misioneros devorados por el paludismo. ilusión de Misioneros y Misioneras. Pero esto habría de ser también, no tardando mucho, un gran calvario para ellos. Por parte de los niños del Internado, se encuentran los Misioneros el día menos pensado con que se les han fugado otra vez a la selva o se han pasado a la Gua– yana Inglesa. No tienen más remedio que abandonar la Casa y marchar en su bus– ca hast? que daban con su paradero . Los trabajadores establecidos al am– paro de la Misión, tampoco les dieron muchas satisfacciones que se diga. Todos querían vivir a cuenta de la Misión y tra– bajar lo menos posible. Cuando se les antojaba, se marchaban sin decir una palabra, sin pagar sus deudas y llevando lo que podían. Los pocos que quedaban intentaban apropiarse lo que no era de ellos, y lo que suponía una influencia ne– fasta para los indios: en su vida cristiana y en su conducta moral rio eran nada ejemplares . Todos estos conflictos fueron comunicados a las Autoridades civiles, quienes no se daban por enterados, o a lo sumo, contestaban con buenas pala– bras ... , pero nada más . CALVARIO DE ENFERMEDADES Todos los Misioneros y Misioneras que sucesivamente vivieron en Amacuro, tuvieron que salir agotados por las fie– bres, el paludismo y la malaria. Algunos pagaron con su vida el heroísmo de esta empresa misionera. El mes de agosto de I932, gravemente enfermo, tiene que salir definitivamente de la Misión el P. Benigno de Fresnelli– no: activo, emprendedor, constante e ilusionado como ninguno de aquellas tie– rras de la Misión. Cuántas veces se le oyó lamentarse de aquellas circustancias con la frase que se hizo trágica realidad: «¡Hay, Amacuro, Amacuro ... Tú acaba– rás con todos nosotros ... !» Viene a sus– tituirle el P. Tomás de Graja!. Al poco tiempo tiene que salir Fray Faustino de Lieres, y es sustituido por Fr. Casimiro de Paredes . En febrero de 1933, el P. Bonifacio de Olea, más muer– to que vivo, tiene que ausentarse de la Misión, arruinado por la malaria. Los dos intrépidos fundadores de la Misión tienen que retirarse a retaguardia, si no vencidos, sí aplastados físicamente por el trabajo y las enfermedades. Les sustituye el P. Basilio de Barral, quien llega a Ama– curo después de una odisea de antología. No pasa mucho tiempo y cae enfermo el P. Tomás de Graja!. No quiere darse por vencido y resiste hasta el límite. Pero inútil: el médico ordena que con urgencia le trasladen si quieren que salve su vida . MISIONERA Y VICTIMA En la Casa de las Hermanas Misione– ras Capuchinas el panorama es idéntico. La M. Gloria de Pamplona es nombra– da Superiora de Araguaimujo, y con ella se va, enferma, la Hna. Inocencia de Arazuri. Sólo quedan dos Hermanas en la Misión, y una de ellas también enferma. No tarda mucho en agravarse la Herma– na Anunciata y tiene que trasladarse ur– gentemente con el P. Tomás al Hospital de la Guayana Inglesa . Poco tiempo des– pués les sigue la M. Generosa de Almoi– nes y sólo queda, medio-sano, el Herma– no Fr. Faustino de Lieres para atender a toda la Misión. Este lamentable estado de cosas llega a conocimiento del Vicario Apostólico, quien decide suprimer el Centro para sal– var el personal misionero. Pero los Misioneros, en un lujo de he– roísmo, logran convencer a los visita– dores de que deben seguir en la brecha y permanecer en aquella avanzadilla mi– sional, aunque les cueste la vida. Llegan dos buenos refuerzos de personal: el P. Alvaro de Espinosa, como Superior, y el abnegado Hermano Fr. Abundio de Jabares. Pronto iba a surgir la prueba más do– lorosa. La Hermana Inocencia de Arazuri enferma de tal gravedad que le son ad-

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