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FUNDACION EN EL CERRO «GUAUZA» Ante el fracaso de la estación de San Antonio del Barima, el P. Benigno de Fresnellino y Mons. Nistal hicieron via– jes de exploración por las márgenes del río Amacuro, en vista a la fundación de un nuevo centro misional. Se decide lo– calizar la nueva fundación en el cerro GUAUZA. Eran los días finales de no– viembre de 1927. Por estas fechas regresaba el P . Benig– no con el capitán poblador y varios in– dios. Traían el bastimento para comenzar los trabajos de la construcción del rancho para los Misioneros e iniciar las talas de selva para acondicionar los terrenos para la labranza. El 19 de diciembre llegan los objetos más imprescindibles para la Misión. El P . Benigno y el P. Félix de Vegamián (Junior) activaron de manera extraordi– naria todos los trabajos: construcción de la nueva casa, tala de selva y acondicio– namiento del terreno para las siembras . El día 29 se terminó la casa. Como en las obras habían trabajado varios indios, éstos construyeron sus ranchos en torno a la Misión, y aquí trasladaron a sus fa– milias. Todo parecía que, por fin, aquella obra iba a consolidarse y que pronto sur– giría allí un nuevo pueblo, como lo de– seaban los Misioneros y el Gobierno . SE CONSTRUYEN LOS INTERNADOS Se planean los edificios· para los inter– nados a fin de atender mejor a la pobla– ción infantil. Pero en agosto de 1928 en– ferma el P. Benigno de Fresnellino y tie– ne que ausentarse de la Misión. Queda solo el P. Félix de Vegamián hasta octu– bre, en que regresa el P . Bonifacio de Olea, que viene de imprimir su «GRAMA– TICA GUARAUNA» en Caracas. Traía material escolar en abundancia e inme– diatamente abrió una escuela para los ni– ños que vivían en aquellas cercanías. Al regresar el P. Benigno, ya restable– cido, se emprenden de nuevo las obras, construyendo otro pabellón grande para niños y niñas. Se activa la agricultura, que ya comienza a rendir frutos abun– dantes. Se traen varias cabezas de ganado vacuno y de cerda. Se cava un pozo en la parte baja del cerro para abastecer de agua potable a la Misión. En vistas al establecimiento del inter– nado femenino, visita esta incipiente Mi– sión la Superiora de las Misioneras Tercia– rias Capuchinas de Araguaimujo, Madre Micaela de Paiporta. Estudia sobre el terreno las posibilidades de desplazar j Primer Centro Misional de Amacuro. SAN JOSE DE AMACURO El Miércoles Santo de 1939 me encontraba dirigiendo la procesión del Na– zareno en Tucupita, cuando veo en el río la lancha de la Misión que venía a buscarme. El corazón me dio un vuelco y con dificultad pude predicar el sermón que se me había encargado. ¡SAN JOSE DE AMACURO! ¡Lugar de palu– dismo y terror de los Misioneros... ! Apenas hubo uno que, al año de estar allí, no tuviera que salir más muerto que vivo... El paso de la Barra del Cangrejo, paso que no se podía evitar, donde tantas veces la lancha se vio perdida a punto de naufragio... ! ¡Allí me enviaban a mí, nóvel Misionero, recién llegado de España... ! Religiosas a este Centro y da normas sobre la construcción de la nueva casa para ellas. LAS APARIENCIAS ENGAÑAN El año 1931 comienzan a caer grandes dificultades sobre la Misión de Amacu– ro. Las enfermedades van atacando a to– dos los Misioneros. Las comunicaciones son lentísimas, agotadoras y sumamente arriesgadas. La escasez de medios de co– municación y de transporte son un obs– táculo insuperable para el avance de los trabajos y de las obras. A todo esto, los vecinos de la Guayana Inglesa declararon la guerra, más o me– nos abierta, contra los Misioneros y su obra. Viendo las facilidades que la Misión (Relato del P. Conrado de Cegoñal.) procuraba a los indios, empezaron a con– fluir en ella no solamente los venezola– nos, sino también los del otro lado de la frontera. Los contrabandistas de Vene'– zuela se opusieron a la obra misionera, porque veían en ella un freno a sus fe– chorías. Además, aquella zona de la fron– tera se convirtió en refugio de los más indeseables, los perseguidos por la Justi– cia, tanto por lo que se refería a Vene– zuela como por la parte de la Guayana Inglesa. En uno o en otro sentido, no tenían más que pasar la línea fronteriza para quedar a salvo. Por no haber con– venio de extradición entre las dos nacio– nes, los criminales podían, con toda fa– cilidad, burlar la reclamación de la Jus~ ticia. Era éste un buen escotillón de es– capada para los que huían de la Peniten– ciaría de Cayena. 79
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