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Los mismos poco tiempo después. ENTRE NUBES DE MOSQUITOS. CLASES A LA LUZ DE UN FAROL Con la llegada del P. Luis de León -veterano misionero de 62 años de edad, curtido durante varios años en las islas Carolinas y Marianas-, se iniciaron nue– vas tareas y nuevos trabajos . Amplían la choza misional y construyen un nuevo local, que, aunque rudimentario, servía de escuela donde daban las clases a un reducido número de indios, que por aquellas fechas no pasaban de quince, entre niños y niñas. Decidieron abrir también una escuela nocturna ante el hecho de comprobar que hasta los criollos adultos que había en aquella zona eran completamente analfabetos. Así dice la crónica: «Era de ver a los Misioneros, a la luz de un pobre farol, acosados por verdaderas nubes de mosquitos zancudos, enseñar las primeras le– tras, a leer, escribir y contar, a aquellos pobres trabajadores que, deseosos de salir de la gran igno– rancia en que vivían, restaban tiem– po al descanso de la noche para ve– nir a la Casa-Misión para aprender como si fueran escolares de ense– ñanza primaria correspondiente a la infancia. » PRIMER CENTRO MISIONAL Los Misioneros tuvieron que pensar en un proyecto más ambicioso y de mayor envergadura material: la construcción de amplios edificios para dar acogida a los numerosos niños que habrían de formar– se en los Internados. Este sería el elemen– to humano para la base de formación de nuevos pueblos en la selva. De las rancherías de Jereína, Santa El P. San/os navegando en curiara por el Orinoco. Rosa, Güiniquina y Araguabisi, llegan las primeras expediciones infantiles para el incipiente Centro misional. Con ello se aumentaba el trabajo, pero también mul– tiplicarían su actividad los Misioneros. Para finales de 1927 contaba el Inter– nado misional con cuarenta niños, divi– didos en tres secciones, según sus cono– cimientos y adelantos culturales. La vida del Internado estaba regida por un re– glamento en el que se señalaban las ho– ras de estudio, las clases, los trabajos agrícolas y manuales, las comidas, el re– creo y el descanso, la instrucción religio– sa y las prácticas piadosas. Habían iniciado la primera parte de lo que supone el programa de formación para un internado de niños. Pero queda– ba la segunda, imprescindible e inapla– zable: el Internado de niñas. ¿De dónde vendrían las Religiosas Misioneras para atenderlas ... ? Todavía había que esperar. .. NUEVAS EXCURSIONES APOSTOLICAS El funcionamiento y progreso de la es– cuela nocturna para adultos y la dedica– ción al Internado de los niños, no impi– dió a los Misioneros realizar frecuentes excursiones a las rancherías más aparta– das del Centro Misional. El P. Santos de Abelgas era el más asiduo en estas arries– gadas excursiones . EXPLORACION A LA ISLA DE MARIUSA «La isla de Mariusa era mirada por los criollos como un antro embrujado. Allí moraban indios misteriosos, desconocí- dos, sobremanera forzudos y de senti– mientos canibalescos. Malas lenguas afirmaban que estos in– dios se complacían en matar y triturar a todo blanco que osara poner pie en el te– rreno fangoso donde ellos habitaban en sus miserables ranchos .. .» ¿CORRESPONDIA LA REALIDAD A LA FAMA .. . ? EL PADRE SANTOS VA A LA «ISLA MALDITA» P . SANTOS: Padre, deseo ardientemen– te ir a visitar a los indios de Mariusa. P. SUPERIOR: Me parece muy bien, • P. Santos. Pero déjeme darle un con– sejo: antes de emprender el viaje, pre– párese espiritualmente. P. SANTOS: Todo está arreglado. Sólo falta su permiso y la Bendición será– fica. P. SUPERIOR: Tiene el mérito de la santa obediencia, y reciba la Bendición para acometer esa arriesgada empresa misionera. P . SANTOS; He puesto la confianza en el Señor. Partiré para hacer el bien que pueda a aquellos infelices salvajes. Si Dios me depara el martirio .. . Es una pequeña y frágil curiara, tripu– lada por dos indiecitos, se hizo al río el P. Santos en dirección a la famosa y temible isla de los indios mariuseros. Al llegar al caño Macareo se hospedó en el rancho del criollo Lucas Palacios, quien nos relata este viaje. 75
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