BCCCAP00000000000000000000320

SOLEDAD, INCOMUNICACION Y SUFRIMIENTOS Allí quedó el P. Santos solo, en su di– minuta y solitaria choza, en medio de la tupida e impenetrable selva, límite entre los criollos y los indios, zona que muy raramente era visitada por curiaras a remo, y nunca por barcos o lanchas de motor. A una distancia como de dos kilóme– tros del rancho del indio Torres, comen– zó el P. Santos a construir la primera choza estrictamente misional. El 17 de marzo de 1925, estando el P. Santos tra– bajando como el primer peón, bajo un sol abrasador, cortando espinas, game– Iote y maleza, cayó desvanecido entre el montón de maleza y ramas que había recogido. Se dio cuenta uno de sus ayudantes, el criollo J ulián González, quien corrió en su ayuda y dándole aire con el som– brero logró que recobrara el sentido y se incorporara. Tan entusiasmado estaba en el trabajo nuestro peón misionero y con tantas ganas de concluir la labor, que aquel día se había olvidado de des– ayunar, y eso que eran más de las doce de la mañana ... EL TORMENTO DE LOS MOSQUITOS Uno de los tormentos más insoporta– bles que hay en esta selva y que tuvo que afrontar nuestro Misionero, son las enor– mes plagas de mosquitos-zancudos, cuya picadura se hace intolerable. Así lo re– fiere en el relato de los primeros días: «Era tantísima la plaga que no era posible aguantarla, por lo que no me quedaba otro recurso, para librarme de ella, que hacer candela (hoguera), colgar el chinchorro y acomodar el pabellón o mosquite– ro. Y así, dentro del mosquitero, pude rezar tranquilo las Vísperas de mi bendito San José.» FUNDACION DEL «PRIMER CENTRO MISIONAL» Fue el 19 de marzo de 1925 . En la fes– tividad de San José decidió el P . Santos Primer Centro Misional de Araguaimujo. de Abelgas inaugurar la rústica y dimi– nuta choza de Araguaimujo. Medía cinco varas de largo por cuatro de ancho. Celebró la santa Misa al aire libre, en la inmensidad de la selva. Asistieron cinco indios. La parte musical estuvo a cargo de las aves de la selva. Por indica– ción del mismo P. Santos, a esta semilla del futuro Centro misional se le dio el nombre de DIVINA PASTORA DE ARAGUAIMUJO. Y LOS INDIOS IBAN LLEGANDO... Pronto corrió la noticia de la llegada del Misionero por las distintas ranche– rías indígenas de la zona. Muchos indios recordaban al P. Santos de tiempos ante– riores, cuando, desde Tucupita, realiza– ba sus excursiones apostólicas por los numerosos caños del Delta. El 21 de marzo, al atardecer, cuando el P. Santos se encontraba paseando jun– to a su rancho, percibe el ruido débil y acompasado de los canaletes que mo– vían una escuadrilla de canoas que pare– cía navegar en formación por el río. Pensó el Padre que pasarían de largo. Cual no sería su grata sorpresa al ver que se acer– caban y atracaban al lado de su desven– cijado rancho. Eran indios de las rancher ías de Ara– guaimujo, Bisina y Jereína que, con sus mujeres e hijos, venían a hacerle una vi– sita de amigos. Saltaron a tierra, y uno por uno, fueron saludándole todos, po– niéndole la mano sobre el hombro y con visibles muestras de satisfacción pronun– ciaban todos su saludo indígena: «¡BA– JUKAYA!» «Me es imposible referer -escri– be el P. Santos- la satisfacción tan grande que sentí en aquellos momentos, al verme rodeado de mis queridos guaraúnos en tanto número. Bendito sea Dios por todo. Ellos, a porfía, comenzaron luego a regalarme de cuanto traían: unos, tortas de yuruma, otros, harina preparada para que yo hiciera más tortas, éstos me regalaban huevos de terecay; aquéllos, pescado asa– do hacía poco tiempo, para que entonces comiera de ello. Hasta me trajeron una gallina y un ga– llo .. . » PRIMERA SEMANA SANTA EN ARAGUAIMUJO Pasaban los días y se acercaba la Se– mana Santa. El P. Santos no tenía igle– sia, ni capilla, ni «pasos». Se le ocurre hacer una gran cruz y colocarla delante de su choza. Les da a conocer a los indios el pro– yecto que tiene, y éstos le traen los ma– deros más grandes que encuentran; los labran toscamente con machete y con ellos fabrican la cruz. Durante los días de Semana Santa el P. Santos, desde la mañanita, se dedi– có a enseñar cánticos a los indios. Les 73

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz