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para entregarlo en comumon a Cipriano, pidiéndole que le pro– longara algún tiempo la vida para nuestro consuelo y el suyo. Sus hijos, empeñados en salvarle la vida, lo trasladaron a Machiques. Esto sirvió para precipitar su de– ceso. Inmediatamente fue trasladado el cadáver a Sirapta. El anuncio de su muerte se hizo por toda la sierra con las señales acostumbra– das. Inmediatamente todos que– daron enterados, como avisados por teléfono, que Cipriano había Niño yucpa fumando su clásica pipa. 60 muerto. Sus descendientes y sus amigos acudieron apresuradamen– te. El entierro resultó impresio– nante. Era el primer adulto de Sirapta, que recibía sepultura ecle– siástica. La misa se tuvo de cuerpo presente y todos lo acompañamos al cementerio, para depositar allí sus restos mortales y recitar por su alma una oración. Su sepultura será un monumen– to de recuerdo imperecedero para todos y una continua lección para sus 129 descendientes. Para mí, se me fue un buen amigo y mi mejor maestro, perdiendo con él una biblioteca ambulante para el estudio y conocimiento de la men– talidad y cultura de esta gente. Conseguí de él hacer varias gra– baciones, pero me decía: «Aún quedan muchas cosas». Todas se fueron con él. Poco a poco iré es– tudiando sus lecciones, para irlas comunicando a mis lectores y per– petuar la memoria de Ciprian·o, que bien se lo merece. FR. ADOLFO DE VILLAMAÑAN, Misionero Capuchino.

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