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54 INDIOS YUCPA «ALBORADA EN LA SIERRA» «... Visitamos a los indios en sus vivien– das, tomamos notas geográficas, etnoló– gicas y lingüísticas. les regalamos sal, herramientas, vestidos y adornos... Y como remate final, logramos traer, a la Capital del lago, cuarenta indígenas.» P. CESAREO DE ARMELLADA No cabe n.:la1 :1r . en breves páginas, las peri peci a, de l.,ta excursión, en la que ga\Lurnu, L..llfl t , ;.: días. El terreno era su– marncntl ! r<1,:c; uso, y la~ ~L bida~ y baja– da~ , ca, 1dc-! todo vert icales . En la mayo r pan t· dl'I camino -~i a~í pueden 11::l.– ma r:,e aquellos sendero~ casi impercep– tib les- , toda clase de calzado es un es– torbo , casi como un patín que nos hacía dar caídas y resbalones sin cuento. Nada de altiplanicies. Aquello es una verdade– ra trama de canales y dientes de sierra. Hubo ríos que vadeamos más de cin– cuenta veces. Muchos kilómetros los hi– cimos pof el mismo cauce de los ríos y brincando de piedra en piedra. Las subi– das, que las hubo hasta los 1.720 metros, nos fatigaban grandemente; pero las ba– jadas nos hacían temblar mucho más las piernas. Muchas veces lamentamos no tener rabo para agarrarnos a los arbustos como los monos . Los indios viven en una miseria espi– ritual y material nunca imaginada por mí, a pesar de haber visitado otras varias tribus en Brasil, Guayana Inglesa y sur– este de Venezuela. Las míseras cabañas, casi siempre de una sola agua. Su dur– mienda, sobre pobres esterillas o sobre hojarasca . Su comida, casi exclusiva de bananos y tubérculos asados directamente sobre las brasas. Su apetito preferente por los caracoles. Su salud, afectada general– mente por el bofio, el raquitismo y el ca– rate, del que apenas hay alguno libre.

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