BCCCAP00000000000000000000320

tud de brazos para constituir un ver– dadero laberinto de ríos y de islas. Al– guien ha calificado a esta zona como la «Micronesia venezolana», pues más que parte de un continente, semeja un apretado archipiélago de islas mi– núsculas que se hubieran corrido del mar hacia la costa. «EL ABUELO DE RIOS» El Orinoco recorre un curso de 2.374 kilómetros, con una cuenca hi– drográfica de más de un millón de ki– lómetros cuadrados. Desagua en el Atlántico por unas veinte bocas sobre una extensión de 278 kilómetros de costa, después de haber recogido el caudal de 2.436 ríos y riachuelos. Colón descubrió sus bocas occiden– tales el 3 de agosto de 1498, en su tercer viaje. Pinzón y Ojeda recorrie– ron sus bocas al año siguiente, y Or– dás fue el primero que lo remontó hasta 880 kilómetros río adentro. En todo el Delta del Orinoco, pro– piamente dicho, no hay cerros ni co– linas, ni montañas ni cordilleras. Ni por casualidad se encuentra una pie– dra rodada. A lo largo de los brazos se encuentra alguna veta de tierra alta, apta para la agricultura, cuya anchura varía de los cien a los mil metros. Pero de ahí para adentro, hacia el norte, no se encuentra tierra firme, sino terreno pantanoso, fango y más fango. Más exactamente: tierra cubierta de agua negra y corrompida, poblada de morichales, temichales y manglares. En cambio, cerca de las desembocaduras, todo el terreno es anegadizo por la subida del agua del mar con las mareas. EL NOMBRE DEL RIO Pinzón le denominó «Río Dulce». Los primeros exploradores, al ponerse en contacto con los indígenas, oyeron a los naturales denominarlo «Ibiri– noco». Diego de Ordás, al remon– tarlo hasta el Meta en 1531, escuchó de labios de los indios «Tamanacos» que lo llamaban «Urinuco». Poste– riormente los españoles adoptaron el término aborigen asimilándolo y con– virtiéndolo en ORINOCO.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz