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tica: la contemplación fruitiva de lo que es (el goce de la ver– dad) y la posibilidad de en– tender con más integridad y– precisión el todo de la His– toria Universal. La otra es, si vale hablar así, utilitaria. Y consiste en dar universal vi– gencia a cuanto de valioso haya en las culturas aboríge– nes de lberoamérica. No hay que pensar tan sólo en la incorporación de la qui– na y la coca a la farmacopea de todos los países cultos. La poesía, la música y la plástica · de las culturas preincaicas e incaicas (para no mencionar sino un ejemplo), ¿no pueden acaso enriquecer con intui– ciones y expresiones nuevas la trabajada estética de Occiden– te y, a través de ella, la de casi todos los habitantes del planeta? El barroco colonial de Hispanoamérica, en cuya entraña van fundidos el arte de Europa y el arte indígena, ¿no es además de un logro estético la garantía de que otros son posibles? También por el lado de·los indios hay caminos ofrecidos a la expresión del amor cor– dial. También lo que ellos ha– cen permite alguna coopera– ción y tal vez la requiere. No se agota ahí la utilidad de estudiar con rigor y ahínco la vida presente·y la vida pre– térita de los indios america– nos. Algo más hay en pleito, algo que nos afecta muy viva~ mente a nosotros los hispá– mcos. 227

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