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HOY elementos de cultura están tan re– lacionados entre sí que, al promo– ver uno, inevitablemente se bene– fician los demás. Los Misioneros de todos los tiempos -por más que se voci– fere y se escriba lo contrario-, han dirigido su labor «al hombre entero, alma y cuerpo, corazón y conciencia, inteligencia y volun– tad». Si han tratado de hacer cristia– nos, se han preocupado al mismo tiempo -acaso. antes-, de hacer hombres; pero subordinando todo, indiscutiblemente, a la suprema jerarquía de valores eternos de los que es portador el hombre. Esta doctrina expuesta en los documentos del Concilio Vatica– no 11, que para algunos es una no– vedad, y en ciertos aspectos revolu– cionaria, no sólo muchos años, sino muchos siglos hace que la vienen realizando nuestros Misio– neros en las zonas indígenas a ellos encomendadas. Esta exposición estadística que les ofrecemos de la Misión de la Gran Sabana, realidades y datos que hay que aplicar a todas las otras zonas, es un testimonio im– batible de que la obra misionera ha sido, y sigue siendo, una feno– menal empresa de progreso cul– tural, socio-económico y de pro– moción humana integral de toda la persona del indígena. 219
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