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EL MISIONERO ESPAÑOL, FRANCES «Imaginemos todo cuanto el sacrificio tiene de más grande, el celo de más puro y la resignación de más meritorio, y tendremos apenas una noción de los mere– cimientos que recomiendan a los Misioneros de América a la admi– ración y a los elogios del hombre justo. Debe saberse, primero que todo, que ni la obligación, ni la obedien– cia, han impulsado a los Misione– ros en su empresa, puesto que en España nunca se ha obligado a un religioso a entrar en las misiones americanas. Voluntariamente, y por el solo deseo de propagar la fe, esos hombres abandonaron su patria, su medio, su reposo, sus aficiones, y se encaminaron a paí– ses mortíferos, en donde todos los elementos conspiran contra el europeo. Pero ¿qué significan estos peli– gros, que tantos han desafiado en Grupo de misioneros de los primeros tiempos fundacionales. comparación a los que ellos única– mente han arrostrado? Apenas les arrojan en esas playas lejanas, cuando penetran en las selvas, sin otra fuerza que la de sus almas, ni más alimento que los frutos de una tierra inculta, y sin más espe– ranzas que escapar a la ferocidad de los indígenas, que la que puede nacer de la influencia de la moral, y difícil es contar con ella mien– tras no conozcan el idioma de los pueblos que van a catequizar. ¡Cuántos de estos dignos Após– toles han sido descuartizados por los indios salvajes, a merced de los cuales exponían sus vidas ... ! ¡Cuántos han sido pasto de las bestias feroces, o víctimas del ham– bre y de las enfermedades, que el exceso de calor, los aguaceros, el sereno, y los pantanos, hacen siem– pre mortales! ¡Cuántas veces ha sido necesario renovar esas m1s1ones, para reem- VISTO POR UN plazar sus miembros sacrificados! Y esta dificultad es mucho mayor que la primera, pues que haya quien se arriesgue a un peligro pro– bablemente mortal, puede expli– carse por un celo extraordinario y por la gloria de haberlo afronta– do. Pero que luego se presenten nuevos mártires, nuevas víctimas, convencidos ya de que para su mi– sión se requieren esfuerzos supe– riores a toda energía humana, y sabiendo que han de predicar en– tre caníbales, es cosa que ha de parecer siempre extraordinaria y siempre será timbre de orgullo para la religión cristiana. Mi ho– menaje a vosotros es tan sincero como penosos y meritorios fuer~n vuestros trabajos». FRANCISCO DEPONS, Agente del Gobierno francés, de 1801 a 1804. «Viaje a la parte oriental de Tierra Firme», pág. 202. Caracas, 1930. 209
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