BCCCAP00000000000000000000320

no ... Le dejan varios alimen– tos llevados de la Misión. Pero la Hermana Victoria no puede preocuparse sólo de su cuerpo y no darle ningún re– medio para el alma. A ver, di conmigo para que te pongas pronto bueno: «Papá Dios, ten misericordia de mi». Como el enfermo no en– tiende nada de castellano, in– tenta repetirlo con mucho trabajo. La Hermana besa el Crucifijo que lleva al pecho, y se lo acerca al enfermo para que él haga lo mismo. El in- .dio acerca los labios al Cru– cifiio, pero no besa. No es 4ue no lo qmera hacer, sino que no sabe besar. Estos in– dígenas desconocen entre ellos el beso como señal de afecto y de cariño. Entre ellos L J existe el beso. Nunca se ha visto que una mamá bese a sus hijos ... ¿Quieres que volvamos otro día? -le dicen las Misioneras en lenguaje semi-yucpa. El pobre indio, meneando la cabeza con ademán afir– mativo, da su asentimiento. Dos días después, volvíamos a visitar al enfermo. En esta mentas que el indio recibe con satisfacción y consume con avidez. Preguntamos por la india que el día pasado estaba a punto de dar a luz. CUANDO UN NIÑO MUERE, OTRO NACE Nos acercamos a un rancho provisional que ha sido «casa de maternidad» para esta in– dia. El día anterior había dado a luz, y allí estaba sen– tada en el suelo, contemplan– do a su recién nacido total– mente desnudo. -¿Dónde está el otro «kan– tik» (pequeñito)? -Nos re– ferimos al niño de dos años que el día anterior estaba junto a su padre enfermo. -«Tueka» (se murió) -nos dice otra india-. El mismo día que había nacido uno, se murió el otro. -¿Dónde le habéis ente– rrado? Y haciendo un gesto con los labios y un movi– miento de cabeza, nos indican la dirección suroeste. -Vamos, «Marpa» (cara– cola), acompáñame tú. Por fin, a fuerza de mu– chos ruegos y muchos cara– melos, me acompaña. Unos metros antes de llegar, seña– lando con el dedo, dice: -Marko, tu ojo ahí Atoyo (Antonio). Me admiro al contemplar como unos sesenta metros cuadrados de terreno limpio, cercado con troficos de árbo– les. En el centro tres arboli– tos sin ramaje, separados en– tre sí como unos veinte centí– metros, en forma de patas. Han tejido una artística cesta de casi dos metros de alto, en forma de obús mirando al cie– lo. Aquí han depositado el cadáver, envuelto en trapos y hojas de bijao. Han fabrica– do para él un pequeño ran– cho donde han depositado su cobija, el machete, un cuchi– llo, una totuma con agua, otra con chicha, cambures, plátanos asados y un peque– ño arco con sus flechas. Tres hogueras permanecen ardien– do, noche y día, hasta que lle– gue el momento del traslado del cadáver. Los familiares ocasión es la Hermana Irene -Llevadme a ver dónde han convidado ese día a to– la que acompaña a la Herma- está. ¡Igual lo habéis enterra- dos sus conocidos; y todos na Enfermera. El indio ha dó vivo! Pero allí nadie se han bebido hasta embriagarse. mejorado algo. Le propor- mueve. Se hacen todos el c10nan más medicinas y ali- sordo. Impresionado con aquel es- 196

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz