BCCCAP00000000000000000000320

de Fr. Primitivo y el escon– dite de los indios emboscados que le dispararon. Les hice la advertencia que hizo palidecer un poco sus rostros: «Por aquí lo mejor y más conve– niente es guardar riguroso si– lencio, para poder escuchar sin ser oídos» ... Al fin llegamos al rancho del enfermo. La Hermana Victoria bautizó a este rancho con el nombre de «paraguas», por lo reducido y elemental de su construcción. El pobre enfermo estaba solo, recosta- nostica que sufre una tuber– do en una estera de mimbres culosis galopante. Y para col- y por cabecera un tronco de árbol. Su respiración , muy difícil y entrecortada, le im– pedía acostarse. Sólo perma– necía a su lado, recostado junto al papá, un hijito como de dos años de edad. Su «ma– mita» (esposa) se había tras– ladado al rancho común por– que estaba próxima a dar a luz. la Hermana Enfermera, después de auscultarle, diag- mo , de males, tiene una gran infección en un pie a punto de gangrena. Le inyecta, le hace tomar algunos reme– dios, y se pone a desinfectar y vendarle el pie con la mayor solicitud y cariño. Aquello era un esqueleto humano que aún respiraba... Llevaba varios días sin tomar alimento algu- Dos madres yucpas que acaban de perder a sus hijos. Los dos bultos blancos encima de sus cabezas son los cadáveres de sus hijos envueltos en hojas que hacen de sepultura. 195

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz