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LA MUJER IMPRESCINDIBLE «El hombre y la mujer se diversifican en los nego– cios exteriores por su manera de comportarse, su acti– vidad y sus preocupaciones. Por eso se acostumbra a presentar a la mujer en la casa y al hombre tomando a su cargo las actividades exteriores. Pero en los asuntos divinos, en los trabajos em– prendidos para el servicio de la Iglesia, esa diversidad no tiene lugar; puede aún ocurrir que en estos trabajos y combates magníficos LA MUJER SOBREPASE AL HOMBRE EN ARDOR». (San Juan Crisóstomo). «Nosotros que sabemos hasta dónde cala la misión entrañable de la mujer, nos guardaremos muy bien de considerarla simplemente como una tonta destinataria de piropos. Los movimientos espirituales del individuo o de la colectividad responden siempre a una de estas dos pa– labras: el egoísmo y la abnegación. El egoísmo busca el logro directo de las satisfacciones sensuales; la ab– negación renuncia a las satisfacciones sensuales en ho– menaje a un orden superior. Pues bien: si hubiera que asignar a los sexos una primacía en la sujeción a esas dos palancas, es evidente que la del egoísmo corres– pondería al hombre y la de la abnegación a la mujer. . . . La mujer casi siempre acepta una vida de sumi– sión, de servicio, de ofrenda abnegada a una tarea». «Siempre habrá cosas nuevas que decir de las mu– jeres, mientras quede una sobre la tierra». (Severo Catalina). (José Antonio Primo de Rivera). 181

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