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CARTA DE UN MISIONERO VETERANO A UN MISIONERO JOVEN ... Como joven que eres acepta– rás con docilidad algunos conse– JOS que, para mayor claridad, quiero incluso enumerártelos: l. Darás gracias a Dios cada día por haberte llamado El y escogido para ser su ayudador en la salvación de las almas y en la mejora de las condiciones materia– les de los indios. Reafir– marás tu entrega al servicio divino a través de tu entre– ga al servicio de los más humildes entre los seres humanos: los indios. Que esto es amar, darse y en– tregarse. Lo que hiciereis, o no, por estos pequeñue– los, a Mí me lo hacéis. ll. Apreciarás a los indios, a pesar de sus defectos, como a tus hijos. Y dirás mu– chas veces, para que te vaya calando hondo: estos son los hijos que Dios me dio. Y no te avergonzarás de andar con ellos, de que ellos te busquen, de ser de ellos. lll. Cuando sepas y oigas pon– derar los triunfos apostóli– cos de tus compañeros, que se quedaron entre cris– tianos y entre civilizados, alabarás a Dios por ello y los felicitarás. Pero no te arrepentirás de haberte ve– nido con tus talentos a las selvas y a los campos to– davía incultos; y te felici– tarás a ti mismo porque tu obra es la máxima entre las obras grandes de la Santa Madre Iglesia. IV. Sin padre, ni madre, ni pa– tria, ni parentela, sino de Santa María de todo el mundo te quería el .Señor para que vinieras a esta tie-. 176 v. VI. Vil. rra a ser padre de cristia– nos. Aquí serás un nuevo Noé que alza los primeros altares sobre la tierra y un nuevo Melquisedec que ofrece al Señor los frutos más preciosos de la tierra. Cuando acampes bajo un árbol o un peñasco, en la ribera de un río o en la cresta de una montaña, te acordarás de los antiguos Patriarcas y del divino Ca– minante, cuyo peregrinar imitas sobre la tierra. Cuando, tras largo apren– dizaje, por el oído puedas penetrar en el alma de tus indios, y encender en sus inteligencias la antorcha de la fe, será igual que cuando Dios Nuestro Se– ñor pasó del orden natural de la creación al orden so– brenatural de la gracia. Así que, decididamente, aprende su lengua para pe– netrar en su alma y poder iluminarla. No te quedes en el umbral; no mejores sólo su cuerpo. Y, porque con frecuencia te verás despreciado o poco apreciado donde estás, re– cuerda que donde no estás te aprecian y estiman quizá en demasía. Vaya lo uno por lo otro. Y válgate, so– bre todo, saber y recordar que ni un vaso de agua que dieras quedará sin recom– pensa. Y por cuento no debes tra– bajar sólo para ti, smo para los que vinieren de– trás de ti también, de todo lo que fueres viendo y sa– biendo toma nota «según la gracia que de Dios hu– bieres recibido». Quizás VIII. IX. X. con ello puedas continuar, aun después de muerto, misionando y defendiendo a tus indios, a tus hijos. Pero en este punto, no ol– vides la sabia advertencia de los antiguos: «anota pronto y publica tarde». Alguien dijo muy atinada– mente _que «Dios no lee los periódicos», rn Juzga rn premia por lo que dicen los periódicos. Por eso en úl– timo caso, y en otros mu– chos casos, habrás de de– cir a otros y decirte a ti mismo: mis obras dan tes– timonio de mí. Y si fueses flagelado en las columnas de los periódicos, no te de– fiendas. Pero si los flage– lados fueren tu obra mi– sional o tus indios, «esto virn, defiéndelos como un hombre y no dejes que las bolas de la calumnia sigan corriendo y creciendo. De muchas cosas que hice en la vida, estoy arrepen– tido. De una no: de lo po– quito y de los poquitos años que consagré a traba– jar por los indios de Dios, que ojalá y para bien de ellos, me los doblara el Se– ñor. Y cuánta verdad que los fuegos de las continu~s fiebres, y los aguijones de los ·mosquitos de día y de noche, fueron Uunto con los estímulos interiores) «ahijada» en la mano de Dios. El día que tu corazón se enternezca y se estremezca al oír que te llaman «Pa– tre», «Bare», «Papshi» ... , ese día habrás comenzado a ser Padre de almas, te será más sabrosa la oración
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