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LOS MISIONEROS YLAS LENGUAS INDIGENAS «Se comenta en la actuali– dad que los Misioneros que entraron en contacto con la gran masa indígena de Amé– rica, nada hicieron por cono– cer el medio, la cultura y la raza de estos pueblos. La labor de esos abnega– dos hombres del hábito y la cruz no tiene parangón en la historia de la humanidad. Desde el primer día del Des– cubrimiento, ellos fueron sembrando por los caminos sin camino del Nuevo Mundo una doctrina de amor y de bondad, al mismo tiempo que recogían y anotaban cuidado– samente cuanto pudiera con– tribuir al mayor conocimiento de las costumbres, de las ar– tes y de las lenguas del abori– gen amencano. ¡Las lenguas de América! Nada hay en la historia de la Filología que pueda compa– rarse, ni por extensión ni por conocimiento, a la ingente la– bor realizada por esos misio– neros. La verdadera Filología comparada, con ellos comen- r.i1:- : / ¡ ;l_ ..t ~ ~ \ ., . 't __.,,. El P. Alvaro de Espinosa recogiendo la literatura oral de los indios Warao. zó. Ellos fueron los primeros en establecer la relación lin– güística entre las distintas tri– bus que visitaban. Ellos com– pusieron las primeras gramá– ticas de los pueblos indígenas y recogieron con abnegada paciencia cientos de vocabu– larios extensísimos, cuya ex– traña fonética era a veces casi imposible de transcribir en nuestros caracteres romanos. Asombra en verdad el nú– mero de lenguas estudiadas por los misioneros. Lenguas que fueron de este modo res– catad.as al olvido y que cons– tituyen, indudablemente, para la humanidad el más inesti– mable legado,,, de unos hom– bres que vivieron la plenitud de la selva, de los ríos cauda– losos, de los mares embrave– cidos, de las conmociones te– lúricas, y del esplendor ine– narrable de todos los elemen– tos. ¡Y qué delicada y sentimen– tal belleza de la expresión en algunos de esos idiomas! ¡ Y qué habilidad y artificio en la composición de la frase! ¡Y qué sentido esotérico el de su razonamiento en el discur– so! Sólo los que han transi– tado por estos caminos de la lingüística indígena han po– dido admirar el conjunto ma-· ravilloso y lógico de su estruc– tura gramatical. La mujer achagua, por ejemplo, no dirá de la hija del cacique que es una joven agraciada o linda, o al estilo . . europeo, «su grac10sa maJes- tad». La mujer achagua, que dispone de un vocabulario en el que están comprendidas todas esas palabras, que han perdido con el tiempo su pri– mor en nuestro idioma, nom– bra a dicha princesa con este expresivo polisintetismo: «GUAIBAIMI>>. Que quiere decir: «LA DE LOS OJOS QUE VEN LAS ALMAS». Porque esa princesa es buena, porque ella atiende con amor 163

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