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MJP :-,r • • y•¡¡ ., J - ...!. -~ . - - ---- La hermana Carmen Lacy. HEROINAS EN SILENCIO Dos niñas del Internado del Tu– kuko reciben la noticia de que el padre de una y la madre de otra están gravemente enfermos, y quie– ren ver a sus hijas antes de morir. -Hermana Carmen: nos vamos al rancho y usted nos acompaña. Pero rápido, que es tarde y el rancho está muy lejos. Trato de convencerlas de que será mejor salir de mañanita al día siguiente. De esa manera po– dremos regresar por la noche. Al pedir la bendición al Supe– rior, P. Romualdo de Renedo , siempre bromista y socarrón, me profetiza de que me asegure bien, porque el caballo me tirará unas cuantas veces por el camino. Emprendemos el viaje de su– bida a la empinada sierra con diez niñas y tres nmos. Tenemos una mañana clara y soleada. Al prin– cipio el camino es fácil y agrada– ble. Pero al comenzar la subida por el cauce del río, el camino se estrecha, y se hace tan difícil y arriesgado que no tenemos más remedio que dejar el animal y se– guir a pie. Senderos accidentados, peligrosos y angostos. El río se en– capricha en retorcerse en vueltas y revueltas cerradas, pero que no hay más remedio que vadearlo. ¡Hasta sesenta y dos veces atra– vesamos el mismo río en este via– . ' Je.... Nos encontramos con el hori– zonte cerrado por la tupida selva, . y no vemos sendero por ninguna parte. Una de las niñas se me acer– ca y me dice con el miedo dibuja– do en su rostro: -Hermana, por aquí no hay camino, estamos per– didos. Nadie sabe el camino. ¿ Qué hacer .. .? Me encomendé a todos los santos de la corte ce– lestial. Veía que, antes de lo pre– visto, se nos hacía de noche por la espesura de la selva y la altura de los árboles. Tratamos de bus– car refugio en la orilla del río, al abrigo de una roca. Al poco tiem– po me di cuenta de que aquello era una temeridad . Muy cerca de allí vimos las huellas recientes del tigre. Nosotros estábamos comple– tamente indefensos. No había más remedio que intentar la escalada a ver si dábamos con el rancho. Ani– mo y adelante. Y subir, y subir. .. trepando. ¡Y de qué modo y de , ' que manera . ... Por fin, algunos niños lograron orientarse y dieron con el rancho. Se nos adelantaron para anunciar nuestra llegada. Por eso, aunque era de noche, los indios del rancho nos esperaban . Cansados, sudorosos, derrota– dos, después de comer algo, reza– mos con ellos y nos tendimos en el suelo, sobre una esterilla de mimbres fabricada por ellos. Como en estas alturas de la sierra las noches son muy frías, ya que sus ranchos no tienen pared ninguna, encendieron unas grandes hogueras para calentarnos en el cobertizo y para ahuyentar a los tigres. Nos levantamos .al amanecer. Como esperábamos que el camino fuera más fácil y más corto, no habíamos llevado provisiones de comida. El indio, que se· da cuen– ta, dice ·que va a matar una gallina para la Hermana Misionera. Por más que me opuse, él no hizo caso. Cogió el machete, cortó la cabeza a la gallina, la desplumó con rapi– dez asombrosa, y a la olla, para cocerla con agua y sal. No había más condimentos . Las mujeres prepararon algo de yuca. 153

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