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hermanos, su chófer Rafael Garrido, un trabajador criollo de nombre Juan Redondo y el P. Luis de Jabares que, en nombre de la Misión, les había prestado el camión. Al llegar a Sinamaica, donde corri– gieron algunos fallos del camión, coge el volante el P. Luis, dispuesto a lle– gar hasta Maracaibo. Cuando viaja– ban por la explanada de una de las salinas -entonces no había carrete– ra-, se da cuenta de que en medio del camino que llevan hay un gran tronco atravesado. Intenta soslayarlo girando rápidamente a la derecha en un cerrado viraje, y allí se produjo el accidente. La carga de cerdos que llevaban se amontona al lado derecho y con su peso hace volcar al camión de aquel lado. En pocos segundos se produce el drama: el P. Luis, que manejaba el camión, queda semi-inconsciente, he– rido en la cabeza y fuertemente gol– peado el pecho. Los hermanos Cas– tillo Araújo y Juan Garrido, estaban levemente heridos, aunque muy atur– didos. Pero el trabajador Juan Re– dondo estaba agonizando y moría a los pocos minutos. Antes de expirar, el P. Luis 'con mucho trabajo le im– partió la absolución sacramental. Poco después llegaba al lugar del accidente un camión que hacía su via– je de rutina por aquella región. Re– coge al Padre y a los heridos y los ' lleva hasta la vecina población de Si– namaica. El P. Luis se presentó in– mediatamente a las Autoridades, a quienes notificó lo sucedido. Se trasladan al lugar de los hechos, se levanta el cadáver y se toman las primeras declaraciones. De regreso y en Sinamaica el P. Luis avisa telegrá– ficamente a los Capuchinos de Mara– caibo. Al P. Luis le obligan a guar– dar cama en el Dispensario indígena del pueblo, atendido por el médico italiano doctor Sergio Sobrero. A las diez de la noche del mismo día llegaron algunos Padres de Mara– caibo y el gran amigo de los Misio– neros doctor Jesús Amado. Después de cambiar algunas impresiones con las Autoridades y el médico, le tras– ladan al Hospital Central de Mara– caibo para hacerle algunas radiogra– fías. Poco después el doctor Amado lo interna en su clínica particular, donde permanece siete días en ob– servación facultativa. SOPLABAN VIENTOS DE ANTICLERICALISMO. ¡LA PRENSA SE CEBA ... ! En otra época de la historia vene– zolana aquel accidente hubiera pa– sado desapercibido para la prensa. ¡Eran tan frecuentes estos casos y por aquellos caminos ... ! Pero en aquellos mismos días so- , pl¡iban en Venezuela vientos amena– zadores, antirreligiosos y anticlerica– les. Y la prensa y la radio comenzaron a cebarse despiadada e injustamente contra el Misionero. El P. Luis era completamente inocente, no tenía culpa de lo sucedido. Pero había que explotar el caso para atizar la campa– ña en contra de los Misioneros y de la Religión Católica. Había sido un «asesinato», y además realizado por un «cura español franquista». «No venía haciendo una obra de caridad, venía transportando «contrabando». Se desató el odio en los periódicos pidiendo que el Padre fuera llevado a los Tribunales. El 7 de abril de 1948 la Corte Suprema del Zulia confirmó el auto de detención. En consecuencia, el P. Luis de Jabares fue encarce– lado. \ ENTRE PRESOS COMUNES. CONFINADO Y VIGILADO POR LA POLICIA El 8 de abril el P. Luis es sacado del Convento de Maracaibo y llevado a la Cárcel pública, donde permane– ció algún tiempo mezclado con los - . El P. Luis de ]abares en visita a una ranchería de indios Guajiros. 149

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