BCCCAP00000000000000000000320

Fray Primitivo de Nogarejas, primer misionero fle– chado en el Tukuko. BAUTISMO DE SANGRE DE LA MISION Todo el mes de mayo lo habíamos pasado con recelo. El día que me ocurrió el percance iba yo, lo más tranquilo y confiado, al encuentro del nuevo peón vaquero, que debía venir conduciendo cuatro reses para la ganadería de la Misión. Pasado el río, esperé un momento a que se me uniera el compañero que venia un poco retrasado. Metí la mano en el bolso del pantalón, y en el mo– mento en que estaba alargándole un puñado de caramelos, sentí un golpe en el costado y me vi con una flecha enterrada en mi cuerpo. En aquel ins– tante no sentí dolor, sino sólo un fuerte golpe. Miré a la derecha, donde había una pequeña loma, y vi dos indios altos, fornidos y pintarrajea– dos. Les lancé una fuerte imprecación y vi que, por un momento, se contuvieron. Pero observé que nuevamente volvían a coger sus flechas y tem– plar sus arcos que apoyaban en el suelo. Piqué es– puelas a mi caballo y salí a la carrera. 144 DEL TUKUKO CON LA FLECHA ATRAVESANDOME LAS ENTRAÑAS Cuando estuve lejos y me creí fuera de peligro, traté de sacarme la flecha, pero estaba clavada muy honda y muy bien trabada, por lo que sólo logré romperla en la parte que sobresalía de mi cuerpo. A caballo, caminando como hora y media, logré llegar a la hacienda llamada «España». (Cómo me hizo recordar este nombre a mi Patria y a mis pa– dres, lejos de los cuales me sentía morir. .. ) El dolor iba aumentando y tuve que tirarme al suelo, hasta que me acomodaron en una hamaca para llevarme a Machiques. A pesar de mi estado de gravedad, me preocupa– ba hondamente la suerte de mis compañeros que quedaban en la Misión. Por eso no consentí que me trasladaran hacia Machiques, hasta que algunos indios mansos se fueron a la Misión con el com-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz