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(«El indio actual es tal como lo véis, ya civilizado, gracias a Dios y a los Misioneros Capu– chinos, a quienes debo todo lo que soy en el orden moral e intelectual».) La promoción humana, intelectual, espiritual y moral del indio tiene su máximo exponente en este caso prota– gonizado por el P. Lucio Fierro. Co– mo él reconoce en el texto citado «to– do cuanto es en el orden moral e in– telectual se lo debe a Dios y a los Misioneros Capuchinos». En ese «Todo» moral e intelectual está implicado un largo y laborioso proceso que va desde los primeros acercamientos del misionero a los in– dios de la selva hasta el aprendizaje de creencias, usos, costumbres y todo el bagaje de estudios, criterios y acti– tudes que convierten al niño de una · tribu desconocida en Sacerdote del Señor. La importancia del hecho queda captada por la multitud de fotógra- 138 fos que intentan dar la gran noticia como un suceso extraordinario. Y quizá de un modo más ingenuo pero más plástico en la expresión espon– tánea de los mismos indios al dirigir– se al P. Lucio Fierro: - «¿Padre, usted es indio? -Sí, queridos niños, les contes- té. -Pero, Padre, nosotros lo imaginábamos de otra manera y creíamos que vendría con pluma– je y otros adornos por el esti– lo .. . » La transformación es evidente: las plumas vistosas han dejado paso al vestido de civilizado. Han pasado los tiempos viejos y se impone una ima– gen nueva, la de la civilización que representa el P. Fierro. Los sentimientos del P. Lucio Fie– rro comentando su ordenación sa– cerdotal son tan profundos, tan ve– races, tan humanos que podría hacer– los suyos cualquer misacantano de una nación de tanta raigambre reli– giosa como Venezuela o la misma España: El P. Lucio Fierro, primer sacerdo– te indígena de la Gran Sabana. «EVANGELIZADO» y «EVANGELIZADOR» P. LUCIO FIERRO «Terminada la ceremonia, sin– tiéndose mi espíritu embargado por una gratísima impresión al ver que acababa de dar un paso más hacia el Sacerdocio, mis compañeros comentaban el hecho y me felicitaban cordialmente.» Al besar el anillo pastoral de los Arzobispos de Bogotá, Quito y Pana– má se le escapa esa expresión incom– parable que resalta el cambio obrado en su raza y en su persona: «¡Esto sí me hizo pensar hasta dónde había llegado yo, indio perdido en otro tiempo entre las selvas de la Gran Sabana, lejos de toda civilización ... >> No es un escape de la vanidad, es el reconocimiento humilde y agrade– cido de una labor sacrificada y heroi– ca. Es la gratitud gozosa y esperan– zada de los corazones nobles, a flor de alma: «En medio de todas esas so– lemnidades una idea embargaba mi espíritu: que en breve sería una realidad el verme transfor- · mado en OTRO CRISTO. El ideal por tanto tiempo acaricia– do iba ya a realizarse. Ya había
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