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provisional. Urgía levantar una vivienda que ofreciera mayor se– guridad, sobre todo para los ata– ques de los indios en la noche. Con este fin, se derrocharon es– fuerzos sobrehumanos para poder hacer llegar el cemento a la Misión. Este material se transportó a lomo de mulos o en carro de bueyes. Así se logró construir un pequeño edificio, de unos veinte metros de largo por siete de ancho, dividido en varias dependencias que sirvie– ron de habitaciones, Capilla, coci– na y depósito. Las paredes eran de cemento con un espesor de veinte centímetros, y las divisiones interiores se hicieron con bloques también de cemento. Esta obra se real izó en 1949. SE PROYECTAN LOS GRANDES INTERNADOS Después de muchos tanteos, pla– nes y proyectos, se decidió levantar los edificios definitivos del gran Centro Misional, con iglesia, resi– dencia para Misioneros y Misio– neras, internados para niños y ni– ñas, aulas, talleres, y todas las de– pendencias complementarias. La tremenda dificultad, aparte del problema económico de finan– ciación de un obra de esta ember– gadura, era el horroroso proble– ma de la falta de vías y medios de comunicación y de transporte para introducir todo el material necesa- 114 rio para la construcción. Era im– prescindible una voluntad de acero, una constancia inquebrantable y una capacidad de sacrificio a toda prueba ... ¡Y LOS MISIONEROS LO TENIAN! Desde un principio tenían la es– peranza de hallar piedra caliza en el territorio de la Misión, según algunos indicios que habían vi sto. Para cerciorarse, antes de entrar en experiencias, demasiado costo– sas y arriesgadas, consiguieron en Maracaibo ácido sulfúrico, quími- /camente puro y concentrado. Re– corrieron varias zonas y... no en– contraron más que una piedra caliza. Pero al examinar un día el ria– chuelo «Kayaya», toparon con una verdadera mina de piedra de esta clase. Casi todos los cantos roda– dos, grandes y pequeños, eran de piedra caliza, y los que eran de arenisca les servían para las pare– des del horno. Por este lado tenían ya asegura– da la provisión de cal. Las dificul– tades posteriores provinieron, en este aspecto, de la impericia y de la falta de responsabilidad de los trabajadores que habían de aco– meter la obra . Pero eran los úni– cos que tenían ... FABRICA DE LADRILLOS En diciembre de 1949 comien– zan a hacer las primeras pruebas para la fabricación de ladrillos, con tierra escogida de di stintos lu– gares. El resultado, aunque no ple– namente satisfactorio, les dio la esperanza de que el problema se podía resolver. La desilusión les llegó esta vez también por parte de los trabaja– dores-. Habían contratado a un grupo de colombianos que decían haber trabajado muchos años en esta industria. Incluso uno de ellos afirmó tener varios hornos en Colombia. El resultado fue que en la Misión no daban pie con bola en esta especialidad de trabajo. La urgencia para la Misión era inaplazable. Se necesitaba para comenzar la cantidad de doscien– tos mil ladrillos. Aquellos obreros no sabían ni batir el barro, ni es– coger la leña, ni colocar los ladri– llos en el horno ... Hasta que los Misioneros se vieron en la obliga– ción de meterse ellos de lleno en este trabajo. Afrontando múltiples dificulta– des, lograron construir dos hor– nos , con capacidad para diez mil ladrillos cada uno. Y la obra se comenzó por el edificio que más urgía y era imprescindible: el Cen– tro Misional para las Hermanas y las niñas. Posteriormente se edifi– có el de los Mi sioneros y niños. Y finalmente la Iglesia.
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