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TRANSPORTE DEL MATERIAL DE CONSTRUCCION CINCO MULAS Y EL CEMENTO En vista de las dificultades in– superables que nos supone el me– ter el cemento para la Misión en camiones, hemos tenido que optar poT hacerlo en mulas. Improvisamos cinco angarillas y cinco albardas, alistamos otras tantas lonas para proteger el ce– mento de la lluvia, y las sogas para amarrar los sacos. Pensábamos salir de madrugada del Tukuko, pero el conseguir sujetar a una de las mulas nos dio un verdadero quebradero de cabeza y nos retra– só bastante. Me acompañaba el índigena Nemesio Anane. AGACHARSE Y VOLVERSE A AGACHAR ... No me fio de mis rudimentarios conocimientos para preparar la recua y llamo a uno de los traba– jadores criollos para que amarre, debidamente y con seguridad, las albar.das y ate a las bestias por pa– reJas . -Pierda cuidado, Padre. Estas ya no se escapan, ni ellas ni el aparejo -me dice al dar la última lazada. Cuál no sería mi sorpresa, y mi indignación, al comprobar que, antes de cincuenta pasos, se soltó la primera caballería. Antes de los cien, se soltó el primer aparejo, y al pasar la primera alambrada se soltaron dos aparejos, y a punto estuvo la mula de emprender la carrera de retirada hacia la Misión. Me apeo del caballo y trato de exhibir mis recuerdos de cha– val, cuando veía a mi padre atar a las bestias para ir a la fe ria de Boñar. Antes de terminar de ama– rrar la primera albarda, veo que la pareja que va sin jinete, se da ·media vuelta, y a paso ligero quie– re volver a la Misión. Monto en el caballo y logro atajarla para po– nerla de nuevo en camino. Al poco rato veo que otra mula tiene el aparejo entre las patas... Son las once de la mañana, hace dos horas que salimos de la Misión y no hemos andado ni un kilo– metro ... Veo la imposibilidad de realizar el viaje. Nos quedan diez kilómetros hasta llegar a la ha– cienda donde tenemos que recoger los sacos de cemento. Parece que las bestias y monturas se han for- malizado un poco. Al llegar a un sendero un poco más llano, co– menzamos a trotar para recobrar algo del tiempo perdido. En esto, la pareja sin jinete se ha animado demasiado y emprende a correr ... , y las angarillas al suelo. Pico espuelas al caballo para adelantarlas, éstas corren más hasta que llegan a- un río. Como llevan las angarillas entre las pa– tas, esto las dificulta el paso del río y tienen que parar. Aquello pone a prueba de resistencia a mi caballo y a mi paciencia. Era la primera vez que hacía el recorrido aquel por el camino del Bajo Tukuko. Por eso he manda– do delante , como guía, al buen indio Nemesio. Por cada hacienda que pasamos pregunto si es aquella «Panamá» y si está allí el cemento que tengo que recoger. NOS PASAMOS DEL CAMINO Hay que seguir adelante. Y pro– siguen las peripecias con las bes– tias y las monturas. Y tenemos que seguir estirando la constancia y la paciencia. Es cerca del medio día. Nuestra sorpresa aumenta Misioneros y constructores del Centro Misional. Los PP. Evangelista de Reyero, Saturnino de Villa– verde y Fray Marcos de Yudego héroes de los pri– meros liempos f undacionales. 7 - :r·,. ,. \' ' · 111

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