BCCCAP00000000000000000000320

EL MISIONERO CAZADOR DE TIGRES Hermoso ejemplar de tigre cobrado por Fray Patricio. Como a los ocho días maté otro tigre «mori», más grande que el anterior. Pero éste me mordió tre– mendamente a dos perros, parti– cularmente a «Mazorco», que le dejó tan mal parado, que tuve que llevarle a la Misión e «inter– narle en la clínica» durante varios días. «DURANTELOSA~OSQUE ESTUVE EN LA GRAN SABANA MATE DIECINUEVE» «El 7 de octubre fui al Hato de Chinaday, llevando conmigo a los tres perros que siempre fueron mis leales amigos y fieles compa– ñeros: MAZORCO, ARAUTA y BLANCO. En el camino encuentro un lote de ganado asustado, y a lo lejos oigo el lastimero bramido de una vaca por su becerro recién nacido. El pobre animal se vino hacia mí, y como queriéndome indicar algo, volvía la cabeza mirando a un recodo de la selva. Pronto los perros cogen el rastro de un ani– mal extraño... Poco después, los perros ladran con rabia, como si estuvierah luchando con un ene– migo. ¡Me doy cuenta que es el tigre ... ! -¡Animo, compañeros, no le dejéis marchar, que voy a ayu– daros.» Me meto por la espesura de la selva, cayéndome y levántandome 102 en aquella maraña y espesura. Los perros me daban con el rabo y levantaban la cabeza hacia un árbol. Allí estaba el tigre encara– mado, abriendo la boca y ense– ñando rabioso sus terribles dientes. Monté el revólver de doce tiros y disparé a la fiera. Le di en el pe– cho, pero no cayó del árbol. Los perros ladran desesperados por– que no pueden subir a aquella al– tura. Disparo nuevamente, y la fiera cae al suelo. Ya casi muerto, cuando se le acercaron los perros, a uno de ellos le dio una buena dentellada. Intento echármelo a la espalda, pero no puedo con aquella pesada fiera. Arrimo mi caballo «Palo– mo», coloco al tigre sobre las ancas y me dirijo hacia la casa del Hato. Llamo a los indios, dicién– doles que salgan a desollar un ve– nado. Dan un grito de alegría y salen corriendo. Cuando se en– cuentran con aquella fiera, retro– ceden asustados y no quieren deso– llarlo. Hasta que al fin, ante mis ruegos, lo hacen. Después le asa– mos y nos le comimos. LUCHANDO CON EL TIGRE EN UN PANTANO En otra ocasión, la lucha con este fiero y bello animal fue espec– tacular y dramática. La pelea en– tre el tigre y mis perros comenzó en terreno seco, pero aquel drama a vida o muerte terminó en un pantano. Todos los perros estaban fuera de combate en la lucha con aquel tigre descomunal. Sólo «Arauta» hizo un supremo esfuerzo para que no se nos escapara, y se tiró a él. Se agarraron mutuamente por la cabeza y los dos cayeron al fango, pero sin desprenderse uno del otro. No tengo más remedio que me– terme yo también en el fango, antes de que me mate al perro y pueda escaparse. Con el agua y el barro hasta las rodillas me acerco al tigre y le disparo entre las ore– jas ... Fue suficiente. También nos le llevamos y nos le comimos.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz