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EN ESA DE RONCESVALLES Por su parte Marsilio, ante Pamplona, está tan enamorado de Urraca, hermana del rey García de Navarra, nieto del Cid, que llega a decir: Urraca es mi Mahoma, y es su casa y su mezquita el alma que me abrasa 17 . La Real Casa de Roncesvalles, relicario de la hermosa imagen medieval de Nuestra Señora, nos recuerda al Canciller don Pero López de Ayala, para quien casa es sinónimo de santuario de la Virgen. Encerrado en oscura pri- sión después de lo de Aljubarrota, aviva su esperanza cantando a la Señora, la misma en diversos lugares: Si de aquí tú me libras, siempre te loaré, las tus casas muy santas yo las visitaré, Montserrat e Guadalupe, e allí te serviré, alzando a ti las manos, muchas gracias te daré 18 . Vuelve luego a acordarse de Guadalupe y a renovar la promesa: Señora, por cuanto supe tus acorros, en ti espero, y a tu casa en Guadalupe prometo de ser romero 19 . Con toda propiedad podía aplicarse a Roncesvalles el nombre de casa también por otra razón. Pues «Navarra, tanto por ser paso obligado de los peregrinos extranjeros, cuanto porque su caridad cristiana fue profunda e inagotable, además de tener dentro de sus límites a uno de los cuatro gran- des hospitales del mundo, el magnífico de Roncesvalles, contó en su territorio un número bien considerable de estas "Domus Dei", "Casas de Dios", que 17 En su comedia Los hijos de la Barbuda, BAE, tomo 45, págs. 139-140. No es de este lugar discutir la fabla de la comedia ni sus datos cronológicos. 18 Rimado de Palacio, BAE, tomo 57, pág. 448b. 19 BAE, tomo 57, pág. 450a. Entre las casas que siempre quiso en devoción torna a mentar a Montserrat, pág. 453. En cambio no habla de casa cuando recuerda la imagen blanca de la Virgen María de la iglesia de Toledo, págs. 450a y 454a. La de- nominación de Guadalupe cruzó el mar: en BAE, tomo 274, pág. 10a, entre los cargos contra el Marqués de Villamanrique, leemos que en 1592 "se le hace cargo que habien- do llegado a la ermita y casa de Nuestra Señora de Guadalupe, donde antes de entrar en México le estaba hecho aposentos..." No será despropósito recordar a Leandro FERNÁNDEZ DE MORATÍN. En sus Obras poótumas, tomo II, Madrid, 1867, pág. 284, escribe a doña María Fernández de Moratín: "Supongo que ya empezarás a visitar las siete casas de la Virgen y habrás empezado la novena de San Ramón, el cual tuvo la humo- rada de morirse sin haber nacido". [7] 41

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