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P. ANSELMO DE LEGARDA Un poco más adelante (II, 23) asegura el propio Montesinos que en el primer lugar que topó saliendo de Roncesvalles, echó un poco de sal en el corazón de Durandarte, porque no oliese mal. En el diálogo con el Canónigo (I, 49) afirma don Quijote que «en Roncesvalles está el cuerno de Roldán tamaño como una grande viga» 2 . LA CAZA Estas referencias cervantinas nos señalan varias pistas para aproximar- nos a Roncesvalles en este año centenario. Más al Roncesvalles de la leyenda y de la literatura que al de la pura historia. Comencemos por el romance cantado por el labrador. Francisco Rodrí- guez Marín, en su comentario a ese lugar del Quijote en la edición de «Clá- sicos Castellanos» y más ampliamente en la edición del centenario 3 , advierte que así se lee el segundo verso del romance en la edición original, aunque más de cuatro editores han tratado de enmendarle la plana a Cervantes con arreglo, en parte, al Cancionero de Amberes 4 . En ese Cancionero 5 se nos dice: Comienza el romance del Conde Guarinos: Mala la vistes, franceses, la caza de Roncesvalles; don Carlos perdió la honra, murieron los doce Pares... Cervantes conocía también esta otra versión del romance. Pues don Quijote toma por mal agüero el canto del labrador y pregunta a Sancho: —¿No oyes lo que viene cantando ese villano? —Sí oigo —respondió Sancho—; pero ¿qué hace a nuestro propósito la caza de Roncesvalles? 2 Todavía podemos alegar otra alusión en el propio CERVANTES. En la Adjunta al Parnaso, BAE (= "Biblioteca de Autores Españoles", de Rivadeneira), tomo 1, páginas 700-703, nos presenta a un Pancracio de Roncesvalles, poeta joven, rico y enamorado, encargado de llevar al mismo Cervantes una carta del mismísimo Apolo Deifico. La carta va fechada en el Parnaso el 22 de julio de 1614. No sé si se oculta alguna alu- sión bajo ese Pancracio de Roncesvalles. 3 La de Madrid, 1948, tomo IV, pág. 201. En "Clásicos Castellanos", tomo 13, pá- gina 170. 4 Con todo, Gustavo Adolfo BÉCQUER, casi al fin de su ensayo titulado Ronces- valles, entre las llamadas Obras Completas de él, Madrid, Aguilar, 1940, págs. 645-655, recuerda la batalla a la luz de los romances viejos y cita el del labrador apartándose del Cancionero de Amberes. 5 Editado en Amberes, de 1547 a 1549, según Ramón MENÉNDEZ PIDAL, en la edi- ción facsímil de Madrid, 1945, fol. 100 v. Puede verse también en el Romancero ge- neral, de DURÁN, BAE, tomo 10, pág. 265b. 36 [2]

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