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dio y destrucción. Un comandante que procuraba mantener en cuanto posible el orden rogó al padre Superior que, bajo su responsabilidad, para dar la impresión de tranquilidad, abriera las puertas. Estas se abrieron y la multitud e·ntró precipitadamente y gritando, pero nada intentaro·n, porque los soldados mantenedores del orden entraron tam– bién en el sagrado recinto y, recorrido todo él, ordenó el comanda'nte la desocupación de la Casa de Dios, obedeciendo la masa revolucio– naria. Enterado el Padre Fernando de lo sucedido en Madrid, trató in– mediatamente de po·nerse en camino hacia la capital para reintegrarse a su puesto en el convento, sin que las súplicas de su hermano don José ni sus consejos consiguieran disuadirle, pues se daba cuenta del peligro que corría su vida al intentar llegar hasta el co·nvento en tales circunstancias convulsivas y, al parecer, sin finalidad práctica alguna. En vista de lo cual y ante su decisión de realizar el viaje tuvo don José que dejarle marchar, haciendo el viaje en ferrocarril; pero a'ntes le preparó convenientemente, vistiéndole de paisano, recortándole la barba y arreglándole el cabello. Durante el viaje fue objeto de algunas burlas, lo mismo que atravesando la ciudad, porque, aunque iba dis– frazado, 'no podía ocultar tras el traje de seglar el espíritu religioso y místico aun exteriormente como era el suyo. Llegado que hubo a Madrid escribió el Padre Fernando a su her– mano dándole cuenta del viaje. "Hasta cerca de Monforte-le dice– fui algo molesto por la clase de gentes que iban en el departamento. Pero próximos ya a aquella estación se me ocurrió hablar a un mozo de la Compañía. para preguntarle si las berlinas del mismo coche es– taban ocupadas; y él, como si adivinase mis deseos, al preguntarle yo, como pretexto para entrar en conversación, a qué hora llegaba el tren a Madrid, me invitó a pasar a una de aquellas berlinas, que e~taba completamente vacía, diciéndome que así podría dormir a la larga toda la noche, como así fue verdaderamente, pues toda la noche, es más, hasta llegar a Madrid, vine completamente solo. ¡Qué bueno es Dios, que así se vale de otras criaturas para dispensarnos favores!" ("Epis– tolario orie'ntador" , pág. 595 .) El 5 de junio escribía a su hermano don José que a los tres días - 70-
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