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me falta nada, todo está muy bien ." A todos trataba con gran canno, deferencia y humildad, siendo el primero en saludar con alguna pa– labra cortés y amable. Como detalle de su piedad o amor de Dios puede servir la costum– bre que .tenía de llevar en uno de sus dedos un minúsc;ulo anillo de hilo, indudablemente para que le recordara la presencia de Dios, y para que nadie lo notara solía llevar la mano cerrada. Supo el Padre Fernando armonizar admirablemente el nmor a Dios, la caridad para con el prójimo, la austeridad de la vida capuchina, el cabal cumplimiento de los deberes de su estado de perfecta caridad con el amor entrañable a sus padres, hermanos, familiares y amigos. Amor sublime rezuman las quinientas veintita'ntas cartas y buen nú– mero de tarjetas postales dirigidas a la familia y algunas también a sus amistades. Pero sobre el amor natural flotaba el amor elevado y sobrenatural que le llevaba a dar a los .seres queridos los consejos más orientadores en orden a la piedad que debían practicar y el enfoque de sus accio– nes enderezado hacia la vida eterna. Como muestra trasladamos a estas páginas algún párrafo de car– tas escritas para orientar a quienes escribía. Al morí r su padre, des– pués de manifestar a la familia s_u más profundo pésame, escribía a sus hermanos lo siguiente: "Estcíis, hermanos, en unos momentos crí– ticos de vuestra vida; en una de las ocasiones mcís oportunas para oír la voz de Dios. ¡Que El os ilumine! Las desgracias miradas con los ojos de la fe no son desgracias, sino grandes beneficios, de los cuales debéis dar gracias a Dios y aprovecharos todo lo posible. Dios con ellas nos hiere y despedaza el corazón; también el médico martiriza y mutila al pobre enfermo, pero es para sa lvarle la vida. Ninguna cosa más a propósito que estos golpes terribles para llamarnos a nuestro interior y hacernos ver lo poco que vale todo aquello que ha de pere– cer con. el tiempo ... No quiero decir con esto que renunciéis a todo y os hagáis religiosos. ¡Líbreme Dios de querer atraer a la Religión. a quien. Dios no llama! Pero aun sin renunciar a todo, podéis, acaso de– béis, llevar vida más cristiana que hasta ahora traíais. ¿Acaso estábais un poco disipados y pensábais más en las comodidades y bagatelas -66-

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