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rizaba un poco, se mordía ligeramente un lado del labio inferior, y eso era todo. Sabía, por otra parte, descender y acomodarse a los pequeños discípulos, salpicando sus palabras, lo mismo e·n clase que en los recreos , con útiles y entretenidas curiosidades, sin descender a algo que pudiera tildarse de ligereza o vulgaridad y sin hacerse inaccesible. Por lo cual , tanto los religiosos como los estudiantes le tenían como ejemplar de toda virtud, siempre recogido , pobre, con un hábito gas– tado, amab le y servicial co·n todos. Vamos a consignar una anécdota que habla muy alto de la pro– funda humildad del padre Fernando. Caminaba él cierto día con otro religioso desde El Pardo hacia Madrid , encontrándose en la Puerta de Hierro con dos señores vestidos de sacerdotes, el mayor ele los cuales pregu'ntó: -¿De dónde son estos capuchinos? -Somos de El Pardo. Y nosotros, ¿a qui énes tenemos el gusto de saludar?-pregunta el Padre Fernando. -Al Obispo de Cartagena y a un Hermano coadjutor. -¡Ah!, el excelentísimo señor don Vice·nte Salgado----dice el Padre Fernando. -¿Qué es del padre Fernando de Santiago? ¿Dónde reside y cómo se encuentra?-interroga el prelado. Sonríe el otro religioso y, ruborizado, baja la cabeza el Padre Fer– nando , más cuando añadió el otro religioso: -Señor Obispo, el Padre Fernando es éste. El señor Obispo descubrió entonces aquel aire de humildad que caracterizó siempre su vida y como un afún de pasar perennemente inadvertido, y quiso premiar en cierto modo aquel gesto con las si– guie•ntes palabras: "Muy bien, Padre Fernando. Hoy celebramos la fiesta de un capuchino, San Fidel de Sigmaringa, que entró en la Orden Capuchina, como usted, después de haberse hecho abogado. Pues a santificarse como él, Padre. " Y, efectivamente, aquellas palabras pa– recieron como un presagio de lo que más tarde aconteció, ya que el Padre Fernando se santificó y luego fu e mártir, como lo había sido el protomártir de Propaganda Fide. La humildad fue virtud caracte– rística del Padre Fernando, ya que jamás hizo ostentación de lo que - 64