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mí absolutamente nada, ni en carta ni fuera de carta; así es que son todavía pocos los pormenores que conozco, y os ruego, por tanto, en caridad que me comuniquéis por escrito los principales, pues podría ser que la censura no dejara pasar recortes impresos... Por lo que me dices ya comprendo cuánto habéis sufrido, aunque tampoco se necesitaba que me lo dijeseis para que me lo imaginase. Yo mismo , a pesar de la indiferencia que se nos supone, he derramado amargas lágrimas por la pérdida del hermano queridísimo, y en las circuns– tancias en que se ha verificado. La he sentido no solamente por la ausencia de la persona, ausen– cia relativamente breve, como breve es todo lo que pasa con el tiem– /JO, pero dolorosa en extremo, sino tambz'én por otras circunstancias: por el bien que podía hacer todavía en el mundo, por la educación de los pobres huerfc;nitos, que no podrá menos de resentirse algo de la falta de un padre tan bueno, por lo repentino de la muerte , etc. Afortunadamente, la noticia de que hubiese comulgado el día anterior me tranquiliza mucho sobre e.Y.te punto ... Lo que me preocupa más ahora es la educación de los pequeños, pues la vigilancia y la, autori– dad de un padre tan bueno corno Leandro no puede suplirse con nada.... La pobre Marina, ¡cuánto habrá sufrido también con las con– secuencias del accidente, y, sobre todo, con el sentirse sepultada viva por dos horas en la incertidumbre de la suerte de los seres queridos, y con el terrible espectáculo que sus ojos fueron los primeros en con– templar al conseguir salir de la prisión! ¡Hay cosas que por mucho que se expliquen es imposible describirlas en toda su triste realidad! Dios conceda a ella y a todos vosotros una resignación perfectamente cristiana, y el aplomo suficiente para afrontar como se debe la nueva situación creada por la desgracia. También yo he recibido aquí visitas de representantes de órdenes religiosas y de amigos, y cartas de pésame de otros: los Franciscanos, Agustinos, Trini:tarios, Mercedarios, superiores del Colegio Español , no han sido los últimos en presentarme su sentimiento; y ahora co– mienzo a recibir de España cartas de pésame, habiendo recibido hasta ahora las del reverendísimo padre Angel de Villava, De_finidor Ge– neral de la Orden, del padre Provincial de Capuchinos ele Castilla y - 50-

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