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por unos cuantos días ha sido mi constante pesadilla la idea de la separc,ción; pero cree que ccn ella cumplo un deber, y esto fue lo úni– co que pudo darme valor pc;ra resolverme. No te extra11e que nada haya dicho, porque nada había resuelto hC!sla e.hora en concrete. Cierto que en Carrión me había inclinado Ci ent rar en la Ce,mpa1ía y así se lo dije a nuestro padre, causándole con ello no poco disgusto; mc1s luego que volví a casa me sentí sin valor y llegué Cllsi a convencerme de que no tenía fuerzas suficien– tes. Así continué hasta estos últimos tiempos, luchando con mi afición c;I estado religioso y pretendiendo convencerme de lo contrario por fdta de decisión, por lo cual vacilciba s111 adoptar resolución alguna definitiva. En este estado las cosas, ¿a qué causar nuevo disgusto a mi pa– dre hc,b/ándole de mis aficiones, cuando aún no tenía formada reso– lución alguna y, sobre todo, sabiendo que sus deseos iban encamina– dos por distinta senda? Respecto a mi madre, tenía mis razones para creer que no se opondría a mi resolución. Al hablar de la Contadu– ría me decía muchas veces que, dadas mis ideas, me había de propor– cionar muchos disgustos, que yo no servía para vivir en el mundo y e ún recuerdo haberla oído varias veces que si ahora determinase en– trar en religión no hc.bía de sentirlo como cuando fue lo de Carrión. No me sorprende mucho, pcr tanto, su resignación, que a ti te admira. ¡Dios le pagará la conformidad con que acepta el sacrificio! Por lo que a ti se refiere, también te he hablado de mis a1ficiones y c:ún recuerdo que una vez, viniendo del convento de Poyo , te ma– nifestaba cuán feli z sería yo si conociese claramente que Dios me /la– mc,ba, cil claustro. Y a ves cómo se explica la supuesta ocultación de mis intenciones y las razones de mi conducta. Si no había adoptado una resolución definitiva , ¿cómo la había de comunicar? Mas después de las impresiones que en Roma recibí, el casual (o providencie./) encuentro en Zaragoza del religioso capuchino de quien en mis cm:tas os hablé, las simpatías que éste nas inspiró y otras circunstancias moviéronnos a venir aquí y hacer ejercicios; en ellos es donde se confirmaron mis aficiones y donde adquirí la convicción, nacida de la experiencia hecha, de que no me faltaban fuerzas para - 34-
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