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apego a nuestras comodidades o por una delicadeza excesiva miramos con indiferencia la pérdida de tantos hijos de Dios y hermanos nues– tros! Quien ha hallado el secreto de ocuparse en el bien de los demás, ha hallado la verdadera felicidad de esta vida. Si escrfbiera a mi cuñada María, también le diría algo parecido, porque ambas os halláis en condiciones muy semejantes y muy a pro– pósito para hacer mucho bien. Dios os ha dado facultades, medios y tiempo, y eso es un tesoro que estáis obligadas a administrar bien pc,ra poder dw· buena cuenla de él. " ("Epistolario orientador, pági– nas 289-290.) Doña Rosario Olmedo Reguera, hermana ele Fernando, había que– dado viuda aún joven ; no tenía sucesión, estaba en buena posición económica y social. Doña María Párraga, viuda de don Mariano 01- meclo Reguera , estaba en las mismas condiciones que su cuñada Ro– sa rio para ejercitar las obras de caridad. El 26 de septiembre ele 1922, dirigió a su hermana Rosario la úl– tima carta, porque ella murió poco después, en la que la decía: "Por la sefíora de Reija sé que eres activa y asidua visitadora de los pobres de la Conferencia , y esto me complace vivamente, porque de poco vc:le estar inscrila como socia si faltan las obras de tal. ¡Cuánto se aprende en esas visitas! Allí se ve el reverso de este cuadro fascinador de la vida, cuyo anverso lan brillante nos parece. Por eso puede de– cirse que gema más el que visita que el que es socorrido, porque apren– de a conocer la vida en su realidad, y a saber cuánto debe a Dios Nuestro Seííor por sus inmensos y continuos beneficios." ("Epistolario orie•ntador", pág. 505.) Son otras muchas las cartas en que Fernando se ocupa de la Con– ferencia de San Vicente de Paúl; pero sólo hemos querido citar al– gunas corno muestra del amor que embargaba su corazón a los pobres. - 28 -

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