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lI EL BACHILLERATO Terminada felizmente la educación primaria, inició los estudios del bachillerato apenas cumplidos los diez años , con tan felices resultados que , en Historia General y de España y en Literatura, también Ge– neral y Española, obtuvo la máxima calificación de matrícula de honor, conquistando premios en otras asignaturas y casi siempre la nota de sobresaliente. Pero el inteligente y aplicado adolescente supo unir en estrecha hermandad la habitual asiduidad al estudio y la práctica de las vir– tudes cristianas. Un condiscípulo suyo de bachillerato escribió la si– guiente devota anécdota: "Cursaba Fernando el tercer año de bachi– llerato, y como por la mañana, entre clase y clase, mediaba el tiempo necesario para oír una misa, Fernando y otros dos condiscípulos del J nstituto aprovechaban Ja coyuntura y todos los días se dirigían a la parroquia de Salomé para asistir al divino Sacrificio. Enterados otros estudiantes de las mismas disciplinas, ciertamente menos devo– tos , fueron a su encuentro, acercándose a la puerta de la iglesia, formando con sus brazos una especie de arco para que por debajo pasaran los tres estudiantes ejemplares, entonando al mismo tiempo cánticos en ,tono fúnebre , repitiendo la faena durante varios días con– secutivos. Uno de los estudiantes asistentes a la santa Misa se acobardó , no volviendo más desde la primera burla. Pero el otro y Fernando con- -11 -

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