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El se movía humilde, sin un grito en el estruendo de vivir, no fuera a romper la paz de primavera que alzaba su ademán puro y contrito. Y no era timidez. Era un divino decoro del que llega peregrino a un mundo de saber, pasión y ceños, y se inhibe en su paz caritativa, y se declina a beber el agua viva que sólo dan , muriendo, los ensueños. IV ERA CABALLERO DE SANTIAGO ¡Cómo se puede ser buen caballero sin cota, sin espada y sin espuelas! No hacen falta siquiera las escuelas del gay saber ni del romano fuero. Basta el bordón del céltico romero, de un barco sin patrón las rotas velas, y unos aires sin luz y sin estelas, de esos que pone Dios en el sendero. A él le armaron así. Tal fue su escudo; y además un abrazo tan desnudo como el que Cristo a San Francisco diera. Luego vino el torneo: el golpe aciago a ensangrentar la mística venera de este gentil Fernando de Santiago. -90-
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