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UTERGA, ' EN SU CATASTRO DE 1854 Me iré refiriendo a esta lista citando la hoja y e1 número de la finca re- gistrada, con dos cifras entre paréntesis. En general, a cada uno de los ciento veinte primeros de la relación acompaña la advertencia de «vecino de este lugar». Por ser menos en número, he anotado los caseros. En varios números falta toda anotación, la de vecino y la de casero. La onomástica es bastante variada, a pesar de la reiteración de algunos nombres. Hay unos cuantos a los que se les antepone el don: son de los mayores contribuyentes. Se cita también una casa que «afronta a1 norte a la que vive D. José Urra» (51, 53 ) . Este sacerdote, ya en septiembre de 1832, formaba parte del cabildo del lugar, como segundo beneficiado, en vez del ausenciero an- tiguo. No entra tampoco en la lista José Lecunti, carpintero, que tiene en arriendo la casa de Benito Beguiristain ( 31, 3 ) , casa que afronta al norte a la casa de Lacarra. Sin hoja catastral propia ocurren unos liecos de la Misericordia de Pamplona ( 23, 3 7 ) . «Y en dicho Muruzabalbidea, en arriendo por los cuatro años el Ca- bildo San Lorenzo de Pamplona» ( 122, 8 ) ; y en Sotoa «dicho Cabildo San Lorenzo, por los cuatro años de la Ley en arriendo ... » ( 122, 9 ) . Por la secretaría del lugar van desfilando todos los contribuyentes, uno tras otro, y dando razón de sus bienes: piezas y viñas, calderas u oficinas para hacer aguardiente, ovejas y cabras, álamos y olivos, y casas. Al fin, las piezas de sembradío suman cuatro mil quinientas quince ro- badas; y las viñas, cuatro mil ciento sesenta y nueve peonadas. Las robadas se tasan según su diversa calidad, y en pesos. Las hay de cinco pesos y las hay de dieciséis. El peso equivale aquí a dieciséis reales vellón. Alguna de las' piezas merece denominación singular: «pieza de los Baquedanos ( a ) Claiica* (36, 38) . Hay peonadas de viña que alcanzan los dieciséis pesos. Los plantados recientes o jóvenes quedan exentos: cuatro peonadas y media no se tasan por ser plantado del año 1853 (128, 16) ; es .plantado de tres hojas y no se tasa (34, 68) . He contado hasta nueve calderas u oficinas de hacer aguardiente. De todos es conocida la costumbre de nuestros abuelos de matar el gusanillo. En Vterga también estaba vigente años atrás, según una parodia de canto devoto otoñal repetido allí:
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