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na, joco, danza, festa, jostaqueta». En la pág. 245 ha calificado de peligrosas las danzas y diversiones: «danzara, edo beste peligroso jostaquetara». Cuenta de un Eliz-buru «párroco» ( ? ) , quien afirmaba de sus feligre- ses, labradores, que eran ángeles los días de labor y demonios los días de fiesta: «esan oy zuen cembait necazariren Eliz-buru batec: Nere feligresac Aingueru dira lan-egunetan, eta deabru Jai-egunetan» ( 570 ) . Para que sus feligreses sigan siendo ángeles los días de fiesta, sostiene, siguiendo a Suá- rez y otros teólogos (570 s . ) , que es lícito realizar algunos trabajos manua- les los domingos y días de fiesta, pues es muy odiosa ante los ojos de Dios la ociosidad y mal comportamiento de los labradores y de cualquier otro tipo de trabajador esos días. No queremos omitir las comparaciones que saca de los cuidados que se toman los enfermos y las penalidades a que se someren, poniéndose en manos de Barbero Medicuac «barberos y médicos», para buscar remedio a sus dolen- cias y enfermedades. Los barberos y los médicos actúan enérgicamente y sin contemplaciones: «an dabiltza Barbero Medicuac, edo bietatic bata, edo bes- tea» (483) , y recetan pócimas amargas y practican sangrías. Les obedecen los enfermos, aunque digan que hay que abrir las venas de las manos, pies y bra- zos, sacar la mitad de la sangre y quemar con hierro ardiente el cuerpo ( 126 s . ) , y se les permite cortar, como si se tratase de urdaa-azpia (sic) «jamón», la carne viva y quebrar y partir los huesos de los brazos y piernas (272 s . ) . Los brebajes preparados en la botica son ásperos y provocan vómitos: «Bo- ticaco edari gogor ta vomitariac» (381 ) . El atacado de perlesía acude inmediatamente al barbero o médico, que le proporcionan como remedios sangrías y purgas; y es llevado a aguas ter- males ur beroetara, an lasatceco, ta metceco (sic), lotu, ta loditu zaion odola «para que en ellas se le suelte y adelgace la sangre que se le ha atado y espe- sado» (514) . Proclama como deberes del que tiene por profesión sanar a sus próji- mos, los de prolongar la vida de éstos, siempre que sea ello posible, y sua- vizar los medios curativos que emplean. En concrero, y para quitar el amar- gor a las medicinas que recetan, limpian las mixturas de sus suciedades y hacen ello filtrándolas: «Orretaraco quentcen dio edari nastuari bere loita- suna, eta uzten du iragaciaz garbia, ta ede r r a~( 561 ) . Además, endulza el médico las pócimas amargas a base de miel o azúcar: «eta gañeia gozatcen ditu edari miñac, eztiz, edo azukrez» (561) .

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