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radical, el espíritu de minoridad, la austeridad de vida y la penitencia alegre, el amor a la cruz del Señor. Se trata de encarnar en nuestro tiempo la vida de los verdaderos hermanos menores, gozosos de vivir entre los pobres, entre los débiles y enfermos, los marginados de todo tipo, porque es en medio de todos ellos donde debe desarrollarse principalmente nuestro apostolado, sobre todo a través de la evangelización. Favorecidos por nuestra popularidad particular, somos aceptados más fácilmente por toda clase de personas. 4. Regla y Testamento. Al hablar de la Regla de San Francisco tenemos que referirnos de nuevo a la vida según el Evangelio. No basta con estudiar la Regla para comprenderla y practicarla según la intención de San Francisco, sino que se hace necesario acercarnos a ella con amor tratando de traducirla a la propia vida tras las huellas de Francisco y de tantos hermanos nuestros que la han interpretado y vivido "siguiendo el espíritu, las intenciones evangélicas y los santos ejemplos de los primeros hermanos capuchinos" 27 • Promover su estudio, amor y observancia no es sólo tarea de los superiores, sino de toda la fraternidad: cada hermano debe vivirlo y sentirlo como un compromiso personal y siempre en relación con los demás. Ya que la Regla debe ser observada en todas partes con fideli– dad, la pluriformidad de la que se habla en este número, no debe ser ocasión para adulterar su genuino espíritu, sino un modo para vivir y presentar mejor la vida del hermano capuchino, en las distintas regiones, según culturas y ambientes diversos. Tiende, sobre todo, a favorecer una verdadera renovación de vida según lo que escribe Pablo VI: "La vida religiosa, para renovarse, debe adaptar sus formas accidentales a algunos cambios que atañen, con una rapidez y una amplitud crecientes, a las condiciones de toda existencia humana. Pero ¿cómo llegar a eso manteniendo las 27 Const 5,2. 29

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